En el marco del lunes posterior a Pentecostés, la Iglesia celebra la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, una fecha instituida por el Papa Francisco en 2018 con el propósito de resaltar su papel maternal en la vida del Pueblo de Dios. Coincidiendo con esta conmemoración, se celebra también el Día del Seminarista, una jornada dedicada a quienes se preparan para el sacerdocio y que encuentran en María un modelo de entrega, fe y servicio.
El Día del Seminarista rinde homenaje a todos aquellos jóvenes que, guiados por el Espíritu Santo, han decidido consagrar su vida al servicio de Dios y de la comunidad. Su camino, marcado por la oración, el estudio y el discernimiento vocacional, requiere una entrega total y una profunda comunión con el Señor. En este proceso, el Espíritu Santo actúa como fuente de inspiración y fortaleza diaria.
La celebración también pone de relieve la figura de María como Madre de la Iglesia, título que le fue otorgado por el Papa Pablo VI y cuya memoria litúrgica fue incorporada al calendario romano por el Papa Francisco, estableciéndose su celebración cada lunes posterior a Pentecostés. Este gesto pastoral subraya su papel como guía espiritual y modelo de fe para toda la comunidad cristiana.
La conexión entre ambas celebraciones —la memoria de María Madre de la Iglesia y el Día del Seminarista— invita a contemplar la formación sacerdotal desde una dimensión más profunda. María, con su actitud de entrega y obediencia en la Anunciación, su intercesión en las bodas de Caná y su firme presencia al pie de la cruz, representa un ejemplo de fidelidad y amor incondicional al proyecto de Dios. Por eso se convierte en un referente cercano para quienes transitan el camino hacia el sacerdocio.
En esta jornada especial, la Diócesis de Posadas invita a los fieles a unirse en oración por los seminaristas del Seminario Diocesano “Santo Cura de Ars” y a acompañarlos en su proceso formativo. Que, inspirados en el ejemplo de María, puedan responder con generosidad al llamado de Dios y convertirse en signos vivos de su gracia y misericordia.