Carta de monseñor Juan Rubén Martínez: «VOCACIÓN: GRACIA Y MISIÓN»


 

«VOCACIÓN: GRACIA Y MISIÓN»

Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas,

para el cuarto domingo de Pascua

[30 de abril de 2023]

 

Cada año en este cuarto domingo de Pascua rezamos por las vocaciones. «Vocación» quiere decir llamado y en la vida de cada varón y mujer hay un llamado a estar en comunión de amor con Dios. En este domingo celebramos la «Jornada mundial de oración por las Vocaciones» y oramos especialmente por las vocaciones sacerdotales y consagradas. Anualmente el Papa nos envía una carta que este año se denomina: «Vocación: gracia y misión».

 

El texto del Evangelio de este domingo (Jn 10, 1-10), nos ayuda a comprender la importancia de orar por las vocaciones sacerdotales y consagradas, y a ahondar en esta imagen de Jesús, como Buen Pastor: «Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero Yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia».

 

El Papa en su mensaje nos dice que «Es una ocasión preciosa para redescubrir con asombro que la llamada del Señor es gracia, es un don gratuito y, al mismo tiempo, es un compromiso a ponerse en camino, a salir, para llevar el Evangelio. Estamos llamados a una fe que se haga testimonio, que refuerce y estreche en ella el vínculo entre la vida de la gracia —a través de los sacramentos y la comunión eclesial— y el apostolado en el mundo. Animado por el Espíritu, el cristiano se deja interpelar por las periferias existenciales y es sensible a los dramas humanos, teniendo siempre bien presente que la misión es obra de Dios y no la llevamos a cabo solos, sino en la comunión eclesial, junto con todos los hermanos y hermanas, guiados por los pastores. Porque este es, desde siempre y para siempre, el sueño de Dios: que vivamos con Él en comunión de amor».

 

Dios nos “concibe” a su imagen y semejanza, y nos quiere hijos suyos: hemos sido creados por el Amor, por amor y con amor, y estamos hechos para amar. […] A lo largo de nuestra vida, esta llamada, inscrita en lo más íntimo de nuestro ser y portadora del secreto de la felicidad, nos alcanza, por la acción del Espíritu Santo, de manera siempre nueva, ilumina nuestra inteligencia, infunde vigor a la voluntad, nos llena de asombro y hace arder nuestro corazón. A veces incluso irrumpe de manera inesperada […] Y su iniciativa y su don gratuito esperan nuestra respuesta. La vocación es «el entramado entre elección divina y libertad humana» [1], una relación dinámica y estimulante que tiene como interlocutores a Dios y al corazón humano. Así, el don de la vocación es como una semilla divina que brota en el terreno de nuestra vida, nos abre a Dios y nos abre a los demás para compartir con ellos el tesoro encontrado.

 

«La vocación es don y tarea, fuente de vida nueva y de alegría verdadera. Que las iniciativas de oración y animación vinculadas a esta Jornada puedan reforzar la sensibilidad vocacional en nuestras familias, en las comunidades parroquiales y en las de vida consagrada, en las asociaciones y en los movimientos eclesiales. Que el Espíritu del Señor resucitado nos quite la apatía y nos conceda simpatía y empatía, para vivir cada día regenerados como hijos del Dios Amor (cf. 1 Jn 4,16) y ser también nosotros fecundos en el amor; capaces de llevar vida a todas partes, especialmente donde hay exclusión y explotación, indigencia y muerte. Para que se dilaten los espacios del amor y Dios reine cada vez más en este mundo».

 

Este domingo vocacional es una oportunidad para que cada uno de los sacerdotes y consagrados, demos gracias a Dios por nuestro llamado. Desde ya que ninguno de nosotros es digno de este maravilloso don de Dios, fruto de su Amor. Como en toda vocación, cruces no faltan, pero Dios es providente y nos acompaña con predilección, para que nuestra vida esté cargada de sentido.

 

Quiero pedir a todas las comunidades que intensifiquen la oración por las vocaciones, y a los jóvenes y a las jóvenes, que vivan a fondo su vocación cristiana, y si Dios los llama al sacerdocio o a la vida consagrada, no se achiquen, que Dios no abandona.

 

Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo Domingo!

 

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.


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