Banfield camina sobre arenas movedizas. Llegó al partido contra Boca en el fondo de la tabla, complicado con el promedio, con solo cuatro equipos por debajo: Central Córdoba, Sarmiento, Platense y Arsenal. Llegó sin victorias en el torneo (uno de los dos en esa condición) con 3 empates, 3 derrotas y solo 2 goles convertidos (ambos en el mismo partido, un 2-3 contra Huracán).
El único dato a favor aparecía en los goles en contra: seis en total, menos que muchos equipos, incluidos algunos que los superan en puntos.
Boca llegó en los primeros puestos de la tabla. Descansado, repitiendo la formación que había presentado contra Defensa y Juisticia. Tiene plantel de sobra. Y sino véase que equipo podría haber formado con los que estaban en el banco de suplentes: García; Weigandt, Valentini, Roncaglia, Sández; Medina, Payero, Ezequiel Fernández, Ramírez; Briasco, Merentiel o Vázquez. Los suplentes de Boca podrían ser titulares en cualquier equipo.
Y con ese panorama estaba claro cuál de los dos era el candidato. Por eso causó sorpresa que en el primer tiempo, el modesto Banfield, el de un gol cada 4 horas y media, fuera amplio dominador y marcara claras distancias futbolísticas con el supuestamente poderoso rival.
En esos 45m iniciales el equipo local hizo un gol (Quiros) tuvo la gran chance de convertir otro (penal atajado por Romero a Andres Chávez), y generó las mejores llegadas. Con la simple fórmula de presionar en el medio (a veces cometiendo faltas sistemáticas), y con inteligencia para ocupar mejor los enormes espacios que dejaba el estático Boca.
El equipo de Ibarra tuvo una sola llegada en ese primer período, en un remate de Valdez bien tapado por Cambeses que se recuperó de un error previo. La distancia fue tan grande que el 1-0 pareció exiguo.