En un gesto histórico sin precedentes, el Sumo Pontífice abrió hoy la Puerta Santa del Jubileo 2025 en la prisión de Rebibbia, en Roma, durante una emotiva misa en la que hizo un llamado a abrir «puertas y corazones». La ceremonia, que tuvo lugar en la capilla del presidio, reunió a unos 300 participantes, incluidos presos, guardias y autoridades religiosas.
Este evento, que se celebró el día después de Navidad, tiene un significado profundo dentro del contexto del Año Santo y fue visto como un símbolo de esperanza y reconciliación. «La esperanza nunca defrauda», afirmó el Papa en su homilía, subrayando que, incluso en las circunstancias más difíciles, siempre es posible mantener abierta la puerta del corazón hacia el futuro.
El Papa Francisco fue recibido en la capilla por el obispo auxiliar de Roma, monseñor Benoni Ambarus, dos reclusos, un hombre y una mujer, y dos agentes penitenciarios, quienes lo acompañaron en el rito de abrir la Puerta Santa. La celebración fue acompañada por un coro formado por 20 reclusos, mientras que otros 12 prisioneros sirvieron en el altar y leyeron las Escrituras, en una muestra de integración y participación activa.
Un mensaje de fraternidad y esperanza
Durante su homilía, el Papa reflexionó sobre el significado simbólico de la Puerta Santa, un signo tangible de la invitación divina a entrar en un espacio de gracia y renovación. Sin embargo, subrayó que abrir puertas externas es solo el primer paso. «Más importante que abrir puertas físicas», indicó, «es abrir los corazones». El Papa advirtió contra los corazones «cerrados» y «endurecidos», que nos impiden vivir plenamente, invitando a los reclusos a no solo abrir las puertas de la prisión, sino a mantener abiertos los corazones a la esperanza y la fraternidad.
«La esperanza es un ancla que nos mantiene firmes», dijo Francisco, haciendo una analogía con una cuerda tensa que, aunque dolorosa, nos lleva adelante en la vida. «A veces, la cuerda es dura, pero seguimos adelante porque la esperanza siempre nos da algo por delante».
En un tono cercano y directo, el Papa también recordó a los presentes que cada uno de ellos sabe si su corazón está cerrado o semicerrado. «La Puerta Santa es un signo de la puerta de nuestro corazón», les dijo, invitándolos a abrirse a la gracia y el perdón, elementos fundamentales del Jubileo.
Un gesto de cercanía y solidaridad
Al final de la misa, algunos reclusos y guardias entregaron al Papa diversos obsequios, como una réplica en miniatura de la Puerta Santa y una cesta con productos hechos por los mismos prisioneros, como aceite, galletas y objetos de cerámica. Además, la administración penitenciaria le obsequió una pintura de Cristo Salvador, realizada por un ex funcionario de prisiones, el artista Elio Lucente.
El Papa, por su parte, entregó un pergamino conmemorativo del evento a la prisión y expresó su gratitud por los regalos. En un momento íntimo al finalizar la ceremonia, Francisco también saludó a los participantes y dedicó unas palabras de aliento a los reclusos, reafirmando su cercanía y compromiso con ellos.
Este acto en la prisión de Rebibbia, donde el Papa ya había visitado en el pasado, marca una nueva etapa en su relación con las cárceles del mundo. En 2015, Francisco lavó los pies a 12 reclusos de distintas nacionalidades en esta misma prisión durante la misa del Jueves Santo. Este año, durante la misa de la Cena del Señor, el Papa repitió el gesto, lavando los pies a 12 mujeres en la sección femenina de Rebibbia.
Un Año Santo de apertura y reconciliación
La visita del Papa Francisco a Rebibbia subraya el mensaje central del Jubileo 2025: un llamado a la apertura, al perdón y a la esperanza. En un contexto global de creciente desigualdad y tensiones sociales, el Papa invita a la Iglesia y al mundo a construir puentes de fraternidad, especialmente con los más marginados y desfavorecidos. La Puerta Santa, en este sentido, no solo es un símbolo de la gracia divina, sino también una invitación a la transformación personal y colectiva.
La ceremonia en Rebibbia concluyó con un sentimiento de esperanza renovada, dejando una marca indeleble en los corazones de los presentes, quienes, en sus propias palabras, sienten el compromiso del Papa de seguir orando por ellos. La Puerta Santa, abierta hoy en la prisión, representa no solo un paso físico, sino también un gesto profundo de misericordia y amor que atraviesa las fronteras de las cárceles y llega a lo más profundo del ser humano.