En la religión del dios dinero la justicia social es un pecado capital, el ser humano, mientras tenga dinero, es un consumidor, pero cuando se queda sin él se vuelve un descartable.
En una carta el Papa Francisco advertía sobre esta realidad cuando decía que “los poderes económicos continúan justificando el actual sistema mundial, donde priman una especulación y una búsqueda de la renta financiera que tienden a ignorar todo contexto y los efectos sobre la dignidad humana y el medio ambiente… Por eso, hoy cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.” (LS 56).
Pero los cristianos creemos en el Dios de Jesucristo, el Dios que es Padre de todos, de quien somos hijos y en cuanto tales llevamos impresa en nuestra naturaleza una dignidad inalienable desde el momento mismo de la concepción.
A razón de esta fe es que los que creemos en Jesucristo consideramos injusto que haya personas sumergidas en situaciones extremas de pobreza.
Personas que son nuestros hermanos, los cuales diariamente revuelven entre la basura buscando entre los desechos algo con que calmar su hambre. Es injusto que millones de personas no tengan acceso al agua potable, la tierra, la educación y los alimentos.
Cuando uno toma contacto con la realidad, camina las calles de tierra, y se acerca ahí donde la miseria hace estragos, ahí donde las paredes son de tabla y le viento del invierno atraviesa las rendijas, ahí donde el llanto de un niño que llora de hambre se queda grabado en la mente, en ese lugar las ideologías se desvanecen y se derrumban.
Nadie puede sostener que es justo vivir así. Nadie puede decir que el motivo para pedir condiciones dignas para esas personas es la envidia. A quién se le puede ocurrir que aquel que reclama oportunidades para poder vivir, lo hace porque codicia los bienes ajenos.
La justicia social no es un pecado capital, el pecado es permanecer de brazos cruzados y en silencio mientras al lado nuestro miles de hermanos se mueren de hambre. Pecado es la corrupción y la violencia con que se condena a millones de personas a vivir en la más absoluta miseria, carentes de todo y sin derecho a nada, mientras promovemos un individualismo que postula que la creación es propiedad de unos pocos poderosos.
Para un cristiano la justicia social es una exigencia de la dignidad de los hijos de Dios y por lo tanto una tarea en la que todos debemos trabajar hasta que todos los hombres gocen de las condiciones indispensables para una existencia.
«Colaborador invitado»