Ayer, jueves 7 de diciembre en vísperas de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, en la Iglesia Catedral San José de la ciudad de Posadas, Monseñor Juan Rubén Martínez, Obispo de la Diócesis homónima, ordenó como diáconos a Leosvardo Silvestre Galeano y Esteban Vera. Los lemas de ordenación elegidos fueron, por Leosvardo «Predicamos a Cristo crucificado» 1Cor 1,23 y por Esteban «Revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección» Col 3,1.
Acompañaron con gran alegría toda la ceremonia sacerdotes, diáconos, religiosas, seminaristas, las familias de los jóvenes diáconos y el Pueblo de Dios en general.
Finalizada la proclamación de la Palabra, Mons. Sebastián Gastón Escalante, Vicario General y Rector del Seminario Diocesano, pidió al Obispo, en nombre de la Iglesia, la ordenación diaconal.
En la homilía, Monseñor Juan Rubén Martínez, comenzó destacando “el especial gozo que se estaba viviendo por el llamado de Dios a estos jóvenes y por las ordenaciones”. También agradeció a estos seminaristas y sus familias, que respondieron al Señor con generosidad.
En varios momentos del sermón el Obispo Diocesano remarcó dos cuestiones significativas, por un lado, que Dios es el que nos elige, el que llama, “no por nuestros méritos, sino por su Amor”, por otro lado, que el diaconado “es un servicio”. Monseñor Juan Rubén aseguró “Somos elegidos porque Él nos ama… Nosotros, en nuestra vocación nos damos cuenta que es totalmente gratuito el llamado y cuando vamos comprendiendo esto nos damos cuenta que es un don que el Señor nos ha regalado para que nosotros lo regalemos a otros… Otra cuestión importante es que el llamado no es para ser jefes, una especie de poder excesivamente autoritario, porque fuimos llamados, así como somos por la Misericordia y ahí lo que nosotros tenemos que hacer es así también con gratuidad, con donación, dando nuestras vidas con gratuidad…”.
El Obispo de Posadas continuó diciendo que “la elección requiere la humildad, para entender que servimos. Que lo que hacemos es un servicio con gratuidad. En un mundo mercantil como en el que estamos, servimos con gratuidad y no tenemos que esperar retribuciones por lo que hacemos… A veces es como que excesivamente buscamos el aplauso o el éxito, un servicio correspondido y ni siquiera así es nuestro servicio, porque muchas veces no seremos correspondidos. El Señor no fue correspondido, fue víctima, fue desechado, así fue el servicio de Él, padeció una sentencia de culpabilidad siendo inocente… Este es nuestro servicio y allí en el darnos sin la retribución es donde está el núcleo de la salvación… Este servicio no es muchas veces comprendido, ni por nosotros mismos los cristianos, vivir el servicio desde la gratuidad es la clave de comprensión de la felicidad…Si queremos ser felices y tener vida, también tendremos que donarnos”. Finalmente, les dijo a Leosvardo y Esteban que recuerden el aviso a los diáconos del bienaventurado Policarpo “Misericordiosos, diligentes, procediendo conforme a la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos”.