En un hecho de alto impacto geopolítico, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su par ruso, Vladimir Putin, mantienen hoy en Alaska una reunión destinada a explorar vías para el fin de la guerra en Ucrania. El encuentro se desarrolla en la base militar Elmendorf-Richardson, en un clima marcado por la cautela y la desconfianza de Kiev y de sus aliados europeos.
El objetivo de la cita es abrir un canal diplomático directo entre Washington y el Kremlin. Según fuentes cercanas a la Casa Blanca, si las conversaciones avanzan, Trump planea convocar en breve al presidente ucraniano, Volodímir Zelensky, para concretar una cumbre tripartita que trace una hoja de ruta hacia un posible armisticio.
Sin embargo, las exigencias de Moscú —que incluyen el reconocimiento de su control sobre Donetsk, Luhansk, Kherson, Zaporizhzhia y Crimea— continúan siendo inaceptables para Ucrania, la Unión Europea y, en gran parte, para la propia administración estadounidense.
Putin llegó acompañado de sus principales asesores políticos, diplomáticos y económicos, lo que es interpretado como una señal de que busca un acuerdo más amplio que contemple el levantamiento de sanciones internacionales. Trump, por su parte, arribó junto a gran parte de su gabinete y no oculta que un eventual éxito reforzaría su perfil internacional y sus aspiraciones al Premio Nobel de la Paz.
El programa de la jornada prevé, en primer lugar, un cara a cara privado entre ambos mandatarios, seguido —si las conversaciones prosperan— de un desayuno de trabajo con sus equipos. El desafío es considerable: el conflicto iniciado en 2022 ha dejado miles de muertos, desplazados y una fuerte alteración del orden geopolítico mundial.
Hoy, Alaska podría convertirse en el punto de partida de un borrador para la paz o, por el contrario, en escenario de un nuevo capítulo de desencuentros.

