Teología del Adviento


La teología del Adviento, desde la perspectiva católica, es rica y compleja, pues considera la totalidad del misterio de la salvación, desde la entrada de Cristo en la historia humana hasta su consumación final. No es meramente un recuerdo del pasado, sino una espera activa que une la historia de la salvación (pasado), la vida del creyente (presente) y la plenitud escatológica (futuro).

El término Adviento, del latín Adventus (venida), subraya la iniciativa divina de acercarse al ser humano. Este tiempo litúrgico busca infundir en el creyente una actitud de vigilancia gozosa y conversión al Dios que ya ha venido, que viene continuamente y que volverá.

La triple venida de Cristo (Según San Bernardo de Claraval)

La teología patrística, notablemente articulada por San Bernardo de Claraval, sintetizó el contenido del Adviento al distinguir tres venidas del Señor, que forman el eje central de su significado espiritual:

1. La venida en la carne (Adventus in Carne)

Esta es la primera venida y la más visible. Su enfoque es la contemplación de la Encarnación y el nacimiento de Jesús en Belén, que se celebra en Navidad. El Adviento, especialmente a partir del 17 de diciembre, nos recuerda que el Verbo se hizo carne en la humildad y la pobreza (Juan 1, 14), cumpliendo las promesas hechas a Israel. El significado teológico es que Dios toma la iniciativa de salvar a la humanidad, asumiendo la condición humana para redimirla del pecado y el miedo.

2. La venida en el espíritu (Adventus in Mente o in Anima)

Esta es la venida intermedia, invisible y actual, que se realiza en el corazón de cada creyente. El Adviento es un tiempo de conversión y reconciliación, donde se nos exhorta a «enderezar las sendas» para que Cristo nazca espiritualmente en nuestras almas. Esta venida es la que nos introduce en la gracia, permitiendo que Jesús guíe nuestra vida diaria.

3. La venida en la gloria (Adventus in Gloria o Parusía)

Esta es la última venida, visible y definitiva, al final de los tiempos. Los primeros domingos del Adviento se centran en la escatología, llamando a la vigilancia y a estar preparados, ya que Él vendrá como Señor y Juez de todas las naciones. El significado teológico es que esta venida es la meta final de la historia de la salvación, y el clamor de la Iglesia en este tiempo es el «Maranatha» (¡Ven, Señor Jesús! Apocalipsis 22, 17.20).

Ejes espirituales del Adviento

La teología se traduce en una espiritualidad comprometida durante el Adviento, marcada por conceptos clave:

1. Esperanza (Spes)

El Adviento es intrínsecamente un tiempo de esperanza, entendida no como un deseo incierto, sino como la fe segura de que Dios cumplirá todas sus promesas. El fundamento bíblico reside en las lecturas del profeta Isaías, la voz que anuncia al Mesías a lo largo de siglos de espera (Isaías 11, 1-10).

2. Vigilancia (Vigilantia)

La vigilancia es la actitud activa del creyente que espera al Señor que viene, evitando el sueño espiritual y las obras de las tinieblas (Romanos 13, 11-14). El Evangelio del Primer Domingo llama a «estar despiertos» (vigilate) y a no ser sorprendidos por el día del Señor (Marcos 13, 33-37).

3. Conversión (Conversio)

La Iglesia, a través de la figura de San Juan Bautista (Mateo 3, 3), invita a la penitencia y la reconciliación. La venida de Dios en Cristo exige un cambio de vida, un «allanar los senderos» para que el Señor encuentre un alma digna de su presencia.

4. La dimensión mariana

La teología del Adviento está indisolublemente ligada a María, la Madre de Dios, quien es el modelo de la espera y la obediencia. Ella es la «Hija de Jerusalén» que acoge el anuncio con su fiat (Lucas 1, 38). La celebración de la Inmaculada Concepción (8 de diciembre) recuerda que María fue preparada por Dios para ser la morada inmaculada de Cristo, sirviendo como imagen de la salvación que se ofrece a todos los bautizados.