Llamado “Santo Padre de América”, Santo Toribio de Mogrovejo es uno de los santos más venerados y queridos en nuestro continente. Su vida es una inspiración para la Iglesia, en especial para el pueblo peruano. Nació en España en 1538, se graduó en derecho y fue nombrado arzobispo de Lima en 1579. Durante su estadía en Perú, destacó por su defensa de los derechos de los indígenas y por su incansable labor pastoral.
Una de las principales preocupaciones de Santo Toribio era la educación de los indígenas. Por eso, fundó colegios y escuelas en Lima y en otras ciudades peruanas. Además, promovió el estudio del quechua, el idioma nativo de los incas, para facilitar la evangelización de los indígenas. Gracias a su labor, muchos pudieron acceder a la educación y mejorar sus condiciones de vida.
Asimismo, convocó tres concilios o sínodos provinciales y ordenó imprimir el catecismo en quechua y aymara. Como obispo, llegó a confirmar a más de 800 mil feligreses. Entre ellos, a tres santos: Santa Rosa de Lima, San Francisco Solano y San Martín de Porres.
Otra de las grandes motivaciones de Santo Toribio era la defensa de los derechos humanos. Se enfrentó a los abusos de la época y defendió a los más necesitados. Esto le conllevó persecuciones y calumnias. Él callaba y ofrecía todo por amor a Dios: “Al único que es necesario siempre tener contento es a Nuestro Señor”.
Además, se caracterizó por ser muy trabajador. Desde la madrugada ya estaba laborando y repetía frecuentemente: “Nuestro gran tesoro es el momento presente. Tenemos que aprovecharlo para ganarnos con él la vida eterna. El Señor Dios nos tomará estricta cuenta del modo como hemos empleado nuestro tiempo”.
A sus 68 años, Santo Toribio partió a la Casa del Padre el Jueves Santo del 23 de marzo de 1606 en Zaña, Lambayeque.