River Plate volvió a mostrar sus problemas futbolísticos y empató 0-0 ante Vélez en Liniers, en un resultado que lo deja fuera de la zona de clasificación a la Copa Libertadores por la tabla anual. El equipo de Marcelo Gallardo cerró el torneo Clausura en la sexta posición y ahora depende exclusivamente de ganar el certamen local para obtener un boleto directo al máximo torneo continental.
El encuentro en el estadio José Amalfitani expuso nuevamente todas las falencias de un River sin identidad ni fortaleza competitiva. Tras un inicio prometedor en los primeros minutos, el conjunto millonario se desdibujó rápidamente y repitió su versión más preocupante: un equipo previsible, sin reacción y que se sostuvo gracias a acciones puntuales de sus individualidades. Franco Armani evitó el gol con una gran atajada ante un tiro de Maher Carrizo, Lautaro Rivero ganó duelos claves en el fondo y Tomás Cavanagh falló un cabezazo inmejorable para Vélez.
River necesitaba un triunfo para sostener su aspiración matemática, pero terminó exhibiendo la misma falta de carácter que lo acompañó a lo largo del Clausura. Vélez, sólido y muy superior en varios pasajes, encontró espacios a partir de la movilidad de Lanzini, Galván y Maher, y generó situaciones claras que no logró capitalizar. Fue un contraste notorio: mientras el equipo de Guillermo mostró orden, intensidad y convicción, River evidenció desconexión y falta de contundencia.
El conjunto de Gallardo acumula 382 minutos sin convertir y registra apenas dos goles en sus últimos siete encuentros, pese a haber intentado más de un centenar de remates en ese período. Una sequía que refleja el estado crítico del equipo en el tramo decisivo de la temporada.
El entrenador, que suele ser cauto a la hora de exponer a los juveniles, terminó recurriendo a Acosta, Freitas, Subiabre y Obregón para sostener la búsqueda en un partido decisivo. Los chicos aportaron energía, pero no alcanzó para torcer la historia de un equipo que, hoy por hoy, no parece confiar en sus propias capacidades.
El cierre del Clausura deja a River en una situación incómoda: cuarto en la tabla anual, cada vez más lejos de la Libertadores y obligado a recomponer su imagen de cara a los playoffs y a los octavos de final, que se aproximan como una nueva oportunidad para frenar la caída. El desafío es mayúsculo: el equipo necesitará un cambio profundo para dejar atrás este presente y evitar que la crisis siga extendiéndose.
Aun así, la matemática todavía le da una última posibilidad. River deberá aferrarse a ella con convicción y una dosis de “fuego sagrado” que, hasta ahora, no ha logrado encontrar.

