Electores, entre la aceptación del conflicto y el temor al caos


El proceso electoral esconde una situación dramática. La de un país con una sociedad enojada, desesperanzada, angustiada, con altos grados de disgregación social y creciente empobrecimiento, que pregunta si el camino de cambios y mejoras en la calidad de vida se consigue a través de la ruptura de todo lo conocido aunque se corra el riesgo del caos y el desorden o si el camino es a través de quienes pueden pensar en términos de resolver los problemas con integración social, sin represión y poniendo la mirada en cómo resolver la puja distributiva.

La idea de un cambio rotundo permea en un sector de la sociedad que está dispuesto a correr el riesgo del conflicto y la confrontación. Muchos votantes de Milei consideran que si llegara a ser presidente habrá caos social y represión, y creen que dicho camino es inevitable porque el populismo se les opondrá.

Las PASO cristalizaron una sociedad dividida en tercios. ¿Llegaremos a la primera vuelta repitiendo los tercios o algún candidato conseguirá despegar? Por estas horas, Milei toma la iniciativa y se pasea por los canales de televisión diciendo que si fuera necesario estaría en capacidad de asumir el gobierno, mientras los otros dos campamentos van más retrasados. Tanto Cambiemos como el peronismo terminaron golpeados.

Patricia Bullrich esperaba una victoria personal resonante y que su coalición estuviera cercana a los 40 puntos. Se encontró con la sorpresa de ser segunda fuerza política y tercera candidata con más votos. Tuvo entonces que replantearse la campaña, buscar a los votantes de Larreta, al tiempo que mostrarse como alternativa ante quienes no concurrieron a votar. Sus propuestas se parecen demasiado a las de Milei. El eslogan cambio o nada terminó por ponerla en la incómoda situación de que es el libertario el que termina representando el cambio más fuerte.

El peronismo no pudo cumplir sus objetivos. No logró obtener más de 30 puntos de votos ni tener al candidato más votado. Massa encima es el ministro de Economía que debió devaluar para poder cerrar el acuerdo con el FMI. Esta semana fue muy complicada para el oficialismo: la escalada del dólar y de precios genera angustia e incertidumbre social. No obstante aparece como el desafiante de Milei, básicamente por ser su antagonista. Pero para que tenga densidad electoral debe mejorar tanto la gestión económica como su estrategia de campaña . Necesita recuperar votantes propios, muchos de los cuales no fueron a votar o votaron por Milei. Más allá de las provincias en donde se eligió gobernador, en el resto la movilización militante estuvo ausente. Quizá por mirar demasiado las cercanías del Conurbano, se descuidó el voto del NOA y el NEA. La ausencia de los gobernadores como activos partícipes de la campaña es un lujo que el peronismo no se puede dar. La mayoría ya había adelantado elecciones, por tanto más esfuerzo debía hacer para involucrarlos. Así como la campaña de Milei logró mover emociones, no fue el caso del oficialismo. Si a los problemas de ser gobierno no logra suplantarlos mostrándose como una fuerza que entiende las angustias sociales y que es capaz de ofrecer respuestas diferentes, todo se le hará cuesta arriba.

Muchos, por lo repentino de la irrupción, comparan a Menem con Milei; es más, este lo reconoce como el mejor gobierno de la historia. En 1988 Menem vence al aparato político más importante del peronismo, liderado por Antonio Cafiero. Pero una vez que ganó se abrazó con su adversario político, integró en la campaña y en el gobierno a vencedores y vencidos. No solo eso también planteó la necesidad de terminar con las divisiones políticas, tuvo la audacia de perdonar a los fusiladores del 55 e integrar a sectores liberales a su gobierno. Pensaba que era imposible gobernar a una sociedad que venía de padecer hiperinflación, pobreza e intentos de desestabilización institucional sin terminar con las divisiones políticas.

La convertibilidad con la que se identifica Milei fue una medida técnica posibilitada por el andamiaje político que Menem había construido. En el caos nadie gobierna. No estamos aquí para juzgar ni reivindicar al gobierno de Menem sino para decir que el parecido es solo apariencia. Que en un momento de desintegración económica y social del país, su planteo fue el de convocar a la unidad nacional.

Milei aparece como lo contrario, el conflicto por sobre el orden y la convocatoria nacional. El tema para las otras dos fuerzas políticas será saber cuánto futuro sin conflicto son capaces de ofrecer a los electores y cuánta atención podrán conseguir por parte de estos.

 

Por Hugo Haime para Diario Perfil