Ante una Plaza de San Pedro abarrotada —con decenas de miles de fieles y casi doscientas delegaciones oficiales—, el Papa León XIV alzó la voz durante la Misa que marcó el inicio de su pontificado, celebrada hoy domingo 18 de mayo de 2025. En esta Eucaristía, el nuevo Sucesor de Pedro asumió públicamente el ministerio petrino y se presentó al mundo como «servidor de la fe y de la alegría» de todos.
Ritos solemnes y gestos de cercanía
La celebración comenzó dentro de la basílica: el nuevo Pontífice, acompañado por los patriarcas orientales, descendió a la tumba de san Pedro para incensar y orar, signo de continuidad con el primer apóstol. Desde allí partió la procesión con el Evangeliario, el palio y el Anillo del Pescador, mientras el coro entonaba la letanía de los santos. Ya en el atrio, la asamblea cantó las Laudes Regiæ bajo un tapiz de la pesca milagrosa y la imagen de la Virgen del Buen Consejo.
Tras el acto penitencial y el Gloria, se proclamaron las lecturas –Hechos 4, 8-12; 1 Pedro 5, 1-5.10-11; Juan 21, 15-19– en español, inglés, latín y griego. Después del Evangelio llegó el punto más simbólico:
Imposición del palio: el cardenal Mario Zenari colocó sobre los hombros del Papa la estrecha banda de lana, símbolo del Buen Pastor que lleva al rebaño y de la triple confesión de amor de Pedro.
Entrega del Anillo del Pescador: presentado por el cardenal Luis Antonio Tagle, sella los documentos pontificios y recuerda la misión de “pescador de hombres”.
Rito de obediencia: doce representantes del Pueblo de Dios (laicos, religiosos, obispos y cardenales) prometieron fidelidad en nombre de toda la Iglesia, gesto simplificado por Benedicto XVI y mantenido por sus sucesores.
La dimensión ecuménica y diplomática quedó patente con más de 150 delegaciones estatales y religiosas; entre ellas, los reyes de España, Felipe VI y Letizia, esta última vestida de blanco gracias al Privilège du blanc. Al finalizar, resonó el Regina Caeli y el Papa recorrió la plaza en papamóvil para saludar a los fieles.
La homilía del amor y el programa de unidad
En su predicación, León XIV hilvanó las dos palabras clave de su pontificado: amor y unidad. Arrancó confesando: «Fui elegido sin ningún mérito» y citó a san Agustín –“Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”– para presentarse “con temor y temblor, como hermano que desea hacerse siervo de la fe y de la alegría”.
Denunció la tentación de “ser líderes solitarios” y recordó que “la verdadera autoridad de la Iglesia es la caridad de Cristo; no capturamos a nadie con propaganda o poder, sino amando como Jesús”. Llamó a ser “pequeño fermento de unidad” frente a “las heridas del odio, la violencia y un paradigma económico que margina a los pobres”. De ahí su exclamación final, que dio tono a la jornada: «¡Hermanos, hermanas, esta es la hora del amor! Construyamos una Iglesia misionera que abre los brazos al mundo».
Con estas palabras, la Misa de inicio del pontificado de León XIV presentó un programa claro: una Iglesia unida, abierta y servidora, cuyo poder es la caridad.