Milei y la paradoja de la libertad


El reciente discurso del presidente Javier Milei en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso nos invita a una reflexión profunda sobre el rumbo que estamos tomando como sociedad. Sus palabras, cargadas de determinación y promesas de cambio, nos confrontan con la necesidad de discernir entre el ímpetu reformista y la prudencia que demanda la construcción de un país justo y equitativo.

Milei destacó la reducción de la inflación y la consecución de un superávit fiscal como logros de su gestión, afirmando que «el país es radicalmente distinto a lo que era hace un año». Sin embargo, es esencial preguntarnos a qué costo se han alcanzado estos objetivos y quiénes son los verdaderos beneficiarios de estas políticas.

En ciudades como Posadas, observamos cómo los cinturones de pobreza se ensanchan día a día debido a la falta de oportunidades laborales. Mientras las cifras macroeconómicas pueden mostrar mejoras, la realidad en las calles refleja una creciente desigualdad y marginación.

La propuesta de negociar un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, incluso si ello implica la salida de Argentina del Mercosur, es una decisión que podría tener consecuencias profundas para nuestra economía y nuestra identidad regional. El Mercosur, con todas sus imperfecciones, ha sido un espacio de integración y cooperación que no debemos desestimar a la ligera.

Además, la reciente amenaza de un asesor presidencial al diputado opositor Facundo Manes es un indicio alarmante de la intolerancia que puede permear en nuestra vida política. La democracia se nutre del diálogo y el respeto por las diferencias; cualquier intento de silenciar voces disidentes socava los cimientos de nuestra convivencia democrática.

Es relevante recordar que el presidente Milei, aunque bautizado como católico, ha expresado simpatías hacia el judaísmo e incluso ha considerado convertirse a esta fe. Sin embargo, su postura confrontativa y su enojo constante no están en koinonía con las enseñanzas de estas religiones, que promueven la paz, la tolerancia y el amor al prójimo.

Al analizar las promesas realizadas durante su campaña, surge la pregunta: ¿qué porcentaje de estas propuestas se han materializado realmente? La ciudadanía merece transparencia y rendición de cuentas sobre el cumplimiento de los compromisos asumidos. Es fundamental que las promesas no se queden en meras palabras, sino que se traduzcan en acciones concretas que beneficien a toda la población.

Como sociedad, debemos estar atentos y exigir que las reformas se implementen con justicia y equidad, sin sacrificar los derechos de los más vulnerables. La búsqueda de la libertad y la prosperidad no debe convertirse en una excusa para la concentración del poder o la marginación de quienes más necesitan del Estado.

El eslogan «¡Viva la libertad, carajo!» ha sido la bandera que el presidente Javier Milei enarbola en cada uno de sus discursos. Sin embargo, resulta paradójico que, bajo este lema, se hayan implementado medidas que restringen libertades fundamentales. Esta contradicción nos lleva a cuestionar si la libertad que se pregona es realmente inclusiva o si, por el contrario, se limita a aquellos que comparten una visión unívoca del poder.