Navegar mar adentro: la fe en tiempos de incertidumbre


En un mundo marcado por la incertidumbre y el agotamiento, el Evangelio de Lucas nos ofrece una imagen poderosa: Pedro y sus compañeros han pasado la noche entera pescando sin éxito. Están cansados, frustrados, con las redes vacías. Pero entonces aparece Jesús y les dice: “Navega mar adentro y echen las redes para pescar” (Lc 5,4). A pesar de sus dudas, Pedro obedece, y la pesca es milagrosa.

Este pasaje nos interpela hoy más que nunca. Nos invita a preguntarnos: ¿qué significa para nosotros “navegar mar adentro”? ¿Cómo podemos confiar en Dios cuando todo parece fallar?

Navegar mar adentro en tiempos de crisis

Nuestra sociedad vive su propia noche de redes vacías. La crisis económica, la falta de oportunidades, el individualismo que nos aísla. Muchos jóvenes sienten que, por más que se esfuercen, no consiguen resultados; los trabajadores ven cómo su labor es precarizada; las familias luchan por sostenerse en un contexto cada vez más difícil. Nos parecemos a esos pescadores desanimados, preguntándonos si vale la pena seguir intentándolo.

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han advierte que vivimos en una sociedad del cansancio, donde las personas se autoexplotan en busca del éxito, sin descanso ni sentido. Todo se mide en términos de productividad, y cuando no se alcanzan los resultados esperados, aparece la frustración. Pero el Evangelio nos propone otro camino: la confianza en Dios. Jesús no nos pide que trabajemos menos, sino que pongamos nuestra vida en sus manos y nos atrevamos a avanzar hacia lo desconocido.

El fracaso no tiene la última palabra

Pedro podría haber dicho que no. Después de una noche sin frutos, lo más lógico era darse por vencido. Pero confió en la palabra de Jesús, y la sorpresa fue desbordante. ¿Cuántas veces, en nuestra vida, nos sentimos igual? Trabajamos, nos esforzamos, y parece que no hay resultados. Sin embargo, el mensaje de Cristo es claro: no te quedes en la orilla lamentando lo que no salió bien. Sigue adelante.

Hoy, muchas personas luchan contra la desesperanza. Los índices de salud mental reflejan un aumento de la ansiedad y la depresión, especialmente entre los jóvenes. En este contexto, es fácil caer en la tentación de rendirse. Pero la fe nos recuerda que el fracaso no tiene la última palabra. Como decía San Juan Pablo II: “No tengan miedo. Abran, más todavía, abran de par en par las puertas a Cristo”.

«No temas»: la promesa que lo cambia todo

Jesús le dice a Pedro: “No temas” (Lc 5,10). Y esta es la clave de todo. Si realmente creyéramos en esas palabras, muchas cosas cambiarían en nuestra vida.

El miedo nos paraliza. Nos hace dudar de nuestras capacidades, nos impide arriesgarnos, nos encierra en nuestras seguridades. Hoy en día, el miedo toma muchas formas: el miedo al futuro, al fracaso, a no ser suficientes. Sin embargo, el Evangelio nos recuerda que, con Dios, no hay razón para temer.

Nosotros también estamos llamados a remar mar adentro. A confiar, incluso cuando todo parece ir en contra. A no dejar que el miedo nos impida vivir con plenitud. Porque al final, las redes que realmente importan no son las llenas de peces, sino las tejidas con fe, amor y entrega.

Y esas, cuando se confían a Dios, nunca quedan vacías.