Es coherente que Alberto Benegas Linch proponga a un gobierno libertario romper relaciones con el Vaticano. PERFIL publica mañana un reportaje al Premio Pulitzer y autor del libro Cuando un libertario se encuentra con un oso, que narra la experiencia de Grafton, un pueblo rural norteamericano donde en 2004 el sueño de un gobierno sin Estado se convirtió en una pesadilla. Los valores que representa la Iglesia católica son incompatibles con una ideología libertaria y la experiencia de Grafton demuestra las consecuencias prácticas de su aplicación.
Lo que no es consistente con la rigurosidad intelectual de Benegas Linch es circunscribir el problema en quien conduce actualmente el Vaticano, el papa Francisco, porque el conflicto entre la ideología libertaria y la Doctrina Social de la Iglesia lleva tantos años como el nacimiento de la Escuela Económica Austríaca.
Ya en 1843 un sacerdote –justamente jesuita–, Luigi Taparelli, en su Ensayo teórico del derecho natural fundado sobre los hechos, utilizó la expresión “justicia social”. Dos décadas después, en 1864, el papa Pío IX, en la encíclica Quanta Cura (Con cuanto cuidado), critica el materialismo tanto del socialismo como del liberalismo económico (no confundir con el político). Ambos textos son prólogos de la encíclica fundante de la doctrina social de la Iglesia: Rerum Novarum (Sobre las cosas nuevas), donde se critica la explotación de los obreros tanto del marxismo como del capitalismo, escrita por el papa León XIII en 1891, iniciando la serie de las 15 encíclicas sociales.
Las más importantes fueron Quadragesimo Anno (a los 40 años precisamente de Rerum Novarun) en 1931, del papa Pío XI, en la que confronta con el marxismo al defender la propiedad privada y con el capitalismo pre-Keynes ante la injusta retribución salarial.
Cuatro décadas después, en 1961, el papa Juan XXIII, en su encíclica Mater et Magistra (Madre y maestra), critica la falta de solidaridad de los países ricos con los más pobres, describiendo el subdesarrollo. Seis años después, en 1967, el papa Pablo VI, en la encíclica Populorum Progressio (El desarrollo de los pueblos), enfatiza que la economía está al servicio de las personas y no al revés. También Paulo VI dedicó una encíclica a Rerum Novarum: Octogesima Adveniens a los 80 años, en 1971.
Una década después, en 1981, Juan Pablo II, en su encíclica Laborem Exercens, describió el valor cristiano del trabajo, su dignidad y la importancia de los sindicatos, como el de los portuarios de su Polonia natal, Solidaridad, de Lech Walesa, su aliado en derrotar la hegemonía de la ex Unión Soviética en Europa del este. Y justamente el papa elogiado por Benegas Linch, Juan Pablo II, vuelve con otra encíclica social en 1987 titulada Sollicitudo rei Socialis (Preocupación social), en la que retoma Rerum Novarum y Populorum Progessio y critica el “abismo” de desarrollo entre el norte y el sur del planeta alertando concretamente sobre las consecuencuencias de la deuda externa de los países subdesarrollados. Y sobre el destino universal de los bienes, como si fuera destinado a los libertarios, Juan Pablo II allí escribió: “Entre las opiniones y actitudes opuestas a la voluntad divina y al bien del prójimo y las estructuras que conllevan, dos parecen ser las más características: el afán de ganancia exclusiva, por una parte, y por otra, la sed de poder, con el propósito de imponer a los demás la propia voluntad”.
El papa Benedicto XVI, tras la crisis financiera de las hipotecas de 2007/2008, en su encíclica Caritas in Veritate (La caridad en la verdad), de 2009, se refirió a la necesidad de fraternidad en el desarrollo económico, criticó la financiarización además de volver a Rerum Novarum y la otra encíclica social de Juan Pablo II, Centesimus annus, en 1991, homenaje al centenario de Rerum Novarum.
Se incluyen entre las 15 encíclicas sociales las dos del papa Francisco Laudato si’ (Alabado seas), de 2015, y Fratelli tutti (Hermanos todos), de 2020, más conocidas por los argentinos, pero la justicia social y la Doctrina Social de la Iglesia no son creaciones del ‘papa comunista’ o el ‘papa peronista’ argentino. Por el contrario, hace décadas se debate sobre cuánto de la doctrina peronista está basada en la Doctrina Social de la Iglesia como subproducto de esta y plasmada en el texto de Perón titulado Comunidad organizada, de 1949, para el primer Congreso Nacional de Filosofía en Mendoza.
Cierto grado de narcisismo megalómano argentino tiende a pesar: “El peronismo conquistó el Vaticano”. Se podría agregar que el candidato que representa al peronismo, Sergio Massa, más allá de elogios electorales que ahora le profesa, cuando Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires tuvo muy mala relación con él.
Aprovechando la propuesta pública de Benegas Linch de romper relaciones con el Vaticano, Sergio Massa se explayó sobre el supuesto problema de parte de los argentinos con el éxito internacional de sus compatriotas comparando las críticas que recibía Messi hasta salir campeón mundial con las que recibe el papa Francisco. El problema no es que Francisco sea argentino sino que la Doctrina Social de Iglesia siempre generó tensiones con el capital y, circunstancialmente, hoy le toca continuar desarrollando las ideas económicas fundadas en Rerum Novarum a este argentino. Lo que conflictúa son las ideas y no la persona.
La controversia de Alberto Benegas Linch con el papa Francisco es en realidad con los papas: Pío IX, León XIII, Benedicto XV, Pío XI, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI. Como titula esta columna, “no es este papa, es el Vaticano”. De la misma forma que en la elección de este domingo en Argentina la cuestión no es el nombre de cada candidato sino las ideas que representan. En el caso de la Doctrina Social de la Iglesia, son: la dignidad de la persona humana trascendente por sobre cualquier materialidad, la primacía del bien común, el destino universal de los bienes, donde el reconocido derecho a la propiedad privada no llega a ser incondicional y absoluto, el principio de solidaridad y de subsidiariedad que obliga a prestar ayuda, y la primacía de la ley moral por sobre las ideologías, ya que no existe una única verdad.
Hay una contemporaneidad de incio entre Rerum Novarum y la llamada Escuela Económica Austríaca, que comienza en 1871 con el libro Principios de economía política, del menos conocido Carl Menger, cobra impulso desde la segunda década del siglo XX con Ludwig von Mises, su teoría del valor y la praxeología, explicada mejor en su libro cumbre, La acción humana. Y el discípulo de Von Mises, Friedrich Hayek, ganador del Premio Nobel de Economía en 1974.
Ideas, valores y principios, esa es la discusión. Friedrich Hayek dijo: “La libertad de elección debe ser más practicada en el mercado en vez de las urnas, la libre elección puede al menos existir bajo un régimen de dictadura pero no bajo una democracia sin límites, que no puede limitarse”.
Por Jorge Fontevecchia para PERFIL