Nuestro refugio es el Sagrado Corazón


En estos tiempos de incertidumbre y tribulación, se hace más necesario que nunca encontrar un refugio seguro, un lugar donde nuestras almas encuentren paz y consuelo. Este refugio lo encontramos en el Sagrado Corazón de Jesús, una fuente infinita de amor y misericordia que nos invita a acercarnos con confianza y esperanza.

San Juan Eudes, uno de los grandes promotores de la devoción al Sagrado Corazón, decía: “El Corazón de Jesús es una fuente inagotable que está siempre llena de las más ricas y puras aguas, y de la cual todos pueden beber”. Este Corazón Divino es un manantial de gracia que nunca se seca, un refugio seguro donde podemos encontrar alivio de nuestras penas y preocupaciones.

El Sagrado Corazón de Jesús no solo es símbolo de su amor inmenso por nosotros, sino también de su deseo constante de acercarse a cada uno de nosotros, de consolar nuestros corazones y de renovar nuestras fuerzas. Santa Margarita María Alacoque, a quien Jesús reveló su Sagrado Corazón, nos invita a sumergirnos en este océano de amor: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, que no ha escatimado nada, hasta agotarse y consumirse, para testimoniarles su amor”.

Al refugiarnos en el Sagrado Corazón, encontramos no solo consuelo, sino también un modelo a seguir. Nos enseña a amar con un amor puro y desinteresado, a perdonar como Él perdona, y a servir con humildad y dedicación. San Francisco de Sales nos exhorta: “Toma, pues, tu pequeño corazón, y ponlo en el divino Corazón, que lo transformará a su semejanza”.

Este refugio no es un lugar físico, sino un estado espiritual de profunda comunión con Cristo. Al recurrir al Sagrado Corazón, abrimos nuestro propio corazón a la acción transformadora del amor divino. En este lugar sagrado, nuestras heridas son sanadas, nuestras dudas disipadas y nuestras almas renovadas.

La necesidad de refugiarse en el Sagrado Corazón es aún más urgente en un mundo donde el ruido y la distracción nos alejan de lo esencial. San Agustín nos recuerda: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Este descanso lo encontramos en el Corazón de Jesús, un lugar donde nuestras inquietudes se disipan y nuestra fe se fortalece.

Al acudir a este Corazón lleno de amor, no solo encontramos refugio, sino que también somos llamados a ser reflejos de ese amor en el mundo. Que nuestras acciones, palabras y pensamientos estén siempre impregnados de la caridad y la misericordia que emanan del Sagrado Corazón.

En la oración, en la adoración y en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, podemos acercarnos más a este Corazón que late de amor por cada uno de nosotros. Que el Sagrado Corazón de Jesús sea nuestro refugio constante, nuestra fuente de paz y nuestra inspiración para vivir una vida conforme al Evangelio.

Hermanos y hermanas, acerquémonos con confianza al Sagrado Corazón de Jesús, llevando nuestras cargas, nuestras alegrías y nuestras esperanzas. En este Corazón encontraremos la fuerza para perseverar, la paz que sobrepasa todo entendimiento y el amor que transforma nuestras vidas. Que siempre busquemos y encontremos refugio en el Sagrado Corazón de Jesús, y que su amor nos guíe y nos sostenga todos los días de nuestra vida.

Amén.

 

Padre Lean