Murió Mario Vargas Llosa, el último gran narrador del boom latinoamericano


El escritor peruano falleció a los 89 años en Lima. Premio Nobel de Literatura, protagonista y testigo de una época irrepetible, su obra marcó un antes y un después en la narrativa hispanoamericana.

Se apagó la última estrella del boom latinoamericano. La muerte del extraordinario Mario Vargas Llosa es la noticia que nadie quería dar. No solo por la pérdida de un autor de talento único, sino porque con él se va el último testigo vivo de una generación que cambió para siempre la literatura en español y posicionó a América Latina en el mapa de las letras universales.

El valor de su obra literaria está por encima del personaje público que a veces incomodó a unos y a otros. Dueño de una voz crítica y libre, atravesó décadas sorteando dogmas de izquierda y de derecha, participando activamente del barro político, y hasta de la alta sociedad, en su comentado matrimonio con Isabel Preysler.

Liberal, demócrata, frontal, fue siempre alguien que decía lo que pensaba. Desde su juventud como escritor de izquierda hasta su alineación con la derecha monárquica española, Vargas Llosa nunca dejó de defender la ficción como una herramienta esencial para comprender el mundo. Así lo expresó en su inolvidable discurso del Premio Cervantes, en 1994, y más tarde, al recibir el Nobel de Literatura en 2010.

Culto, elegante y apasionado, transmitía en cada entrevista la devoción por la literatura que lo acompañó toda su vida. Fue parte del mítico boom latinoamericano, junto a figuras como Gabriel García Márquez —con quien tuvo una relación tan intensa como conflictiva—, Julio Cortázar, Juan Rulfo y Juan Carlos Onetti. Un movimiento que renovó formas, temas y que fue impulsado al mundo por la legendaria agente Carmen Balcells.

De su vasta obra destacan títulos como La ciudad y los perros, La tía Julia y el escribidor, Pantaleón y las visitadoras, La guerra del fin del mundo, El hablador y Elogio de la madrastra, muchas de ellas adaptadas al cine. Pero su obra maestra sigue siendo Conversación en la Catedral, considerada una de las novelas más importantes del siglo XX.

En noviembre pasado, su hijo Álvaro compartió una imagen del escritor en el lugar que inspiró esa gran novela, ya sin el esplendor de antaño, pero cargado de fantasmas literarios. Era un hombre mayor apoyado en un bastón, de regreso a sus orígenes narrativos.

Vargas Llosa falleció el mismo día que Eduardo Galeano, diez años después. Una coincidencia que une en la memoria a dos escritores en las antípodas ideológicas pero con un mutuo respeto. Una despedida que deja un vacío enorme en las letras, pero también un legado literario inabarcable.

Vivió para la ficción, sí. Pero también vivió pensando la historia, los conflictos, las pasiones humanas. Fue un narrador universal, de los que ya no quedan. Y como el Quijote al que tanto admiró, fue también un caballero feliz. TN