El pasado 5 de marzo de 2025, monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de la Diócesis de Posadas, celebró la Santa Eucaristía en la Catedral San José ante una multitud de fieles que se congregaron para la misa del Miércoles de Ceniza. En su homilía, el prelado destacó la importancia del tiempo litúrgico de la Cuaresma como un período de preparación para la Pascua y de renovación espiritual.
«Con gozo empezamos este tiempo litúrgico de la Cuaresma porque es un tiempo de gracia. Son varias semanas que la Iglesia nos acompaña para celebrar el Misterio central de nuestra fe, que es la Pascua», manifestó Martínez al iniciar su mensaje. Además, mencionó la importancia de la liturgia como guía en este proceso de conversión: «La liturgia es la fuente de espiritualidad más importante que tiene la Iglesia. Ojalá que podamos aprovechar este tiempo para dejarnos guiar por la Palabra de Dios».
El obispo hizo hincapié en la necesidad de realizar un examen de conciencia profundo durante la Cuaresma: «Este es un tiempo que nos va a ayudar a volver a Dios. Ninguno puede decir que no lo necesita, todos estamos llamados a reconocer nuestra pobreza y necesidad de su amor, como el Hijo Pródigo». En ese sentido, alertó sobre la influencia del materialismo y el individualismo en la fe cristiana: «Nuestro tiempo es fuertemente mercantil y materialista, y muchas veces nos vamos mimetizando con él. Debemos discernir si lo que nos rodea nos acerca o nos aleja de Dios».
Martínez también retomó pasajes de su Carta Pastoral Cuaresmal 2025, en la que reflexiona sobre cómo muchos cristianos han perdido la dimensión social y eclesial de la fe. «La fe no es un camino de autosatisfacción personal, sino un encuentro con el amor de Dios que nos lleva al servicio de los demás, especialmente de los más pobres y vulnerables». Señaló con preocupación que «muchos cristianos viven su fe sin obras, sin comunidad, sin sentirse parte del Pueblo de Dios, cayendo en una espiritualidad individualista que los aleja del verdadero discipulado».
Por otra parte, monseñor Martínez invitó a los fieles a vivir la Cuaresma como un tiempo propicio para la conversión sincera y el crecimiento en la fe comunitaria. «Este es un momento para revisar cómo vivimos nuestro discipulado. ¿Queremos seguir a Jesús realmente? ¿Estamos dispuestos a abrir nuestro corazón al Evangelio, al perdón, a la reconciliación y al amor hacia todos, incluso a nuestros enemigos?».
Continuó reflexionando, resaltando que la fe no debe reducirse a prácticas religiosas superficiales, sino que debe impregnar la vida cotidiana y guiar las decisiones morales de cada persona.
En esta línea, afirmó: «Nos pasa muchas veces en el confesionario a los sacerdotes, y nos puede pasar también cuando nos confesamos, que solemos mencionar cuestiones relacionadas con la sexualidad o con problemáticas familiares. Está bien. Pero rara vez escuchamos arrepentimientos sobre faltas vinculadas con la moral social: el robo, la coima, la malversación de fondos, las injusticias que genera la corrupción en la que muchas veces estamos inmersos. Eso no aparece. Tampoco el daño que podemos causar a otros con nuestros enojos y rencores. Por eso, en el examen de conciencia cuaresmal, es fundamental ampliar nuestra mirada e incluir estas realidades que afectan profundamente la estructura social y de las cuales también podemos ser responsables«.
Asimismo, criticó la normalización de conductas incorrectas bajo el argumento de que «todos lo hacen» y llamó a evitar las malas acciones. «Miren, es muy común decir: ‘Bueno, todos lo hacen, entonces tan mal no está’. Si hay que coimear para evitar una multa, pensamos: ‘Y bueno, todos lo hacen’. Y así terminamos construyendo una sociedad que convive con normalidad con lo que está mal. Luego, cuando exigimos que quienes gobiernan sean honestos, no nos detenemos a evaluar si realmente lo son. La moral social está bastante ausente. Quizás debamos revisar cómo enseñamos el catecismo y si las escuelas de formación tienen en cuenta este tema, porque está ausente no solo en los demás, sino también en nuestro propio discipulado cristiano. Y el discipulado cristiano no es solo un vínculo individual con Dios, sino un llamado a vivir el amor y la justicia en comunidad».
Para finalizar, comentó: «En la Carta hay algunas expresiones del Papa Francisco en su primer documento sobre la evangelización que son muy interesantes. Pero, para no extenderme demasiado, diré simplemente que este tiempo litúrgico cuaresmal es una oportunidad para volver a Dios y revisar cómo vivimos nuestro discipulado cristiano. Seguramente hemos tenido momentos extraordinarios de gozo y encuentro con Él, con Jesucristo, el Señor de la Historia, pero nuestra espiritualidad y dimensión evangelizadora, misionera y samaritana se fortalecen en la cotidianidad, en lo ordinario de la vida, no en lo extraordinario».
«Incluso, nuestro seguimiento y discipulado se afianzan en las cruces y sufrimientos propios de la vida. En el día a día enfrentamos situaciones pequeñas, silenciosas o, en ocasiones, muy dolorosas, ya sean nuestras o de seres queridos, que debemos asumir con espíritu pascual. La Pascua no es una teoría, es el núcleo de nuestra fe, y en la cotidianidad debemos internalizarla en nuestras opciones y criterios. Solo así, muriendo a ciertas actitudes y egoísmos, podremos vivir verdaderamente en Él», concluyó.