Mons. Martínez llama a ser comunidades misioneras y samaritanas, pidiendo a San Cayetano por trabajo, pan y paz


Este miércoles, la ciudad de Posadas se vistió de fiesta para rendir homenaje a San Cayetano, Patrono de la paz, el pan y el trabajo, en el cierre de las festividades que comenzaron el 29 de julio. Bajo el lema “Con San Cayetano, amar a los demás y alegrar sus vidas”, miles de fieles participaron en un acto de profunda devoción que comenzó a las 6:00 y se extendió hasta las 21:00, con misas cada hora y media. La misa central, presidida por el obispo de la diócesis de Posadas, Juan Rubén Martínez, se celebró a las 17:00.

En su homilía, Martínez expresó su alegría por la activa participación de la comunidad en la misa de San Cayetano, agradeciendo a todos, incluyendo autoridades y colaboradores de la evangelización. Destacó la devoción histórica hacia San Cayetano y la figura de Mama Antula en la promoción de esta fe en Argentina. Abordó la difícil situación social actual, señalando la falta de trabajo digno y su impacto en la dignidad humana. Martínez llamó a la solidaridad y al compromiso con la construcción de comunidades misioneras y samaritanas, subrayando que el amor y la caridad deben ser el núcleo de la fe cristiana. Concluyó pidiendo la intercesión de San Cayetano para obtener trabajo, pan y paz.

 

Para comenzar, monseñor Juan Rubén Martínez expresó su alegría por la activa participación de la comunidad en la misa de San Cayetano. “En el saludo inicial manifestamos la especial alegría de poder celebrar esta Eucaristía. Nuestro agradecimiento es a Dios por la fe de nuestro pueblo y de nuestra gente, que la expresa de diversas maneras en nuestra Patria, especialmente en este día de San Cayetano. Decía el Padre Ángel que, aunque hoy hay varias misas y la lluvia era intensa, fue impresionante la participación de la gente, que vino a rezar, a pedir y a agradecer a San Cayetano. Por eso, queremos agradecer la presencia de todos ustedes, muchos de los cuales han venido caminando y peregrinando. Incluso del Hogar de Cristo han venido, y esto es algo muy positivo.”

El obispo también agradeció a las autoridades presentes, incluyendo al vicegobernador, al intendente y a la subsecretaria de Culto, así como a todos los colaboradores en la evangelización de la comunidad: “Hoy el primer agradecimiento lo hacemos también porque esta es una parroquia que lleva el nombre de San Cayetano. Hay mucho que agradecer por la tarea de evangelización en nuestras comunidades, por tanta gente que colabora: el sacerdote, el diácono y todos aquellos que, durante el año, ponen su corazón en las tareas cotidianas, en aspectos concretos como la catequesis, la animación, la liturgia y la caridad.”

En su reflexión sobre San Cayetano, Martínez destacó la devoción histórica. Recordó que San Cayetano vivió entre finales del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI: “Debemos reconocer la devoción especial que tenemos por San Cayetano, que vivió hace tanto tiempo, a finales del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI (en 1500). A veces, las biografías de los santos presentan a estos hombres como seres perfectos, sin debilidades, casi como superhombres. Sin embargo, la Iglesia los propone como ejemplos alcanzables: si ellos pudieron ser santos, también vos podés serlo; y por eso, sentimos devoción.”

Martínez subrayó la importancia histórica de San Cayetano en Argentina, mencionando a Mama Antula como una figura clave en la promoción de esta devoción en el país: “Hoy celebramos a San Cayetano y es hermoso saber cómo se inició aquí una fuerte devoción. La devoción comenzó en el santuario de San Cayetano en Buenos Aires gracias a Mama Antula, la primera santa argentina. Ella, siendo laica y consagrada a Dios, promovía la espiritualidad con los ejercicios espirituales de San Ignacio y caminó desde Santiago del Estero hasta Buenos Aires. Ella fue quien colocó la primera imagen y la primera gruta en el lugar donde hoy se encuentra el Santuario de San Cayetano, por lo que queremos recordarla.”

Sobre el origen de esta devoción en la provincia, Martínez explicó: “Aquí, la devoción nació genuinamente con una petición importante que debemos escuchar con cercanía. La gente pide paz, pan y trabajo. Aunque el trabajo debería tener prioridad, ya que es fundamental que las personas puedan ganarse el pan con el fruto de su trabajo. En una sociedad normal, esto es esencial.”

El obispo también abordó la situación social actual, señalando: “Es difícil ver cómo, con el tiempo, en América Latina, en nuestra Patria y en nuestra provincia, el trabajo no parece crecer ni mejorar. Los números indican que casi el 60% de la gente en Argentina está en situación de pobreza, sin acceso a un trabajo digno, bien remunerado y en blanco. Aunque se pueden ver datos sobre la bolsa de Chicago, la inflación y la macroeconomía, parece que falta atención a la realidad cotidiana y al sufrimiento de la gente.”

En esta línea, agregó: “Sabemos que los comedores y merenderos son necesarios debido al hambre, pero lo ideal sería que no fueran necesarios, que la gente pudiera comer fruto de su trabajo. Este es un punto clave que no puede faltar en el análisis económico; el trabajo es esencial. El trabajo dignifica al hombre, ya que somos imagen y semejanza de Dios. La palabra de Dios y los relatos bíblicos revelan que el Señor nos hizo co-creadores.”

Martínez enfatizó la importancia del trabajo para la dignidad humana: “El hombre se plenifica trabajando con el esfuerzo de sus manos. La falta de trabajo afecta su dignidad. Este pedido es genuino y profundo porque San Cayetano, en nuestra realidad, expresa esta necesidad. Hay quienes agradecen y quienes piden; es correcto agradecer y pedir por esto. Hoy debemos hacerlo en nuestra Patria, en nuestras Eucaristías y peticiones.”

El obispo también hizo un llamado a la solidaridad y a la construcción de comunidades misioneras y samaritanas: “En medio de tanta necesidad, a veces surge un excesivo individualismo, como si cada uno tuviera que arreglárselas solo. Esto va en contra del planteo cristiano. La esencia de nuestra fe está en la caridad y en el amor hacia los demás. Un cristiano no es tal si no se muestra solidario. El cristiano es el que ama, no el que se muestra indiferente.”

Asimismo, agregó: “En este contexto, debemos esforzarnos por ser comunidades marcadas por la solidaridad. No debemos desatender a los demás, ya que la indiferencia debilita nuestra humanidad. Somos más humanos cuando amamos, cuando somos solidarios y cuando nos preocupamos por los otros, especialmente por los más pobres. Al igual que el buen samaritano en el ejemplo de Jesús, no debemos ser como aquellos que, a pesar de su religiosidad, pasaban de largo al ver al herido en el camino, inmersos en sus propias preocupaciones pero indiferentes al sufrimiento ajeno. Jesús destaca al samaritano, a quien los judíos consideraban impuro, como el verdadero ejemplo de compasión. No fue el que se creía superior, sino el samaritano quien se acercó, se preocupó y atendió al herido”.

Para finalizar, el obispo subrayó: “Hoy, más que nunca, tendremos que plantearnos ser comunidades misioneras, que vayan a los laterales, a los costados, a buscar. Pero ser comunidades samaritanas, que en esa salida tengamos en cuenta a los tantos que están al borde del camino”.

“No tengo la menor duda que San Cayetano fue un hombre que amó y por eso es un varón de Dios. Pidámosle hoy, en esta Eucaristía, la intercesión de Cayetano por estas cosas tan necesarias como el trabajo, el pan y la paz”, concluyó Martínez en su homilía.