En la audiencia general de este miércoles, el Papa reflexionó sobre el sentido cristiano de la “preparación” como camino hacia el encuentro con Dios y con el prójimo
Durante la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro, el papa León XIV centró su catequesis en una palabra sencilla pero profundamente significativa para la vida cristiana: preparación. En el marco del ciclo jubilar de reflexiones “Jesucristo, nuestra esperanza”, el Santo Padre exhortó a los fieles a cultivar la disponibilidad interior y a reorganizar sus vidas para dar lugar a lo esencial: la presencia de Dios y la comunión con los demás.
“En un mundo lleno de actividad y expectativas frenéticas, el Evangelio nos enseña que el verdadero amor y la auténtica comunidad requieren participación activa”, expresó el Papa. “Solo cuando estamos dispuestos a rebajar nuestros estándares y abandonar las expectativas poco realistas, podemos hacer espacio en nuestras vidas para Dios y el prójimo”.
Inspirado en un pasaje evangélico donde Jesús pide a sus discípulos que preparen un lugar para compartir una comida con él, León XIV explicó que el amor cristiano no es fruto del impulso, sino de una decisión libre y consciente. “Jesús no afronta su entrega por casualidad, sino por fidelidad a una opción pensada y asumida plenamente. Y esto nos consuela: saber que su don nació de una profunda intención”.
El Papa subrayó que Dios “siempre se nos adelanta” y que muchas veces el espacio interior ya está preparado, esperando nuestra respuesta. “La gracia no anula nuestra libertad, sino que la impulsa a actuar. El don de Dios no elimina nuestra responsabilidad; la vuelve fecunda”.
En este sentido, el Pontífice afirmó que prepararse no significa hacer más cosas, sino crear espacio: en el corazón, en la vida cotidiana y en las relaciones. “Significa liberarse de expectativas, perdonar, estar atentos. Cada gesto de generosidad, cada perdón anticipado, cada esfuerzo acogido con paciencia es una forma de preparar un lugar donde Dios pueda habitar”.
Finalmente, León XIV animó a los fieles a examinar su propia disponibilidad: “¿Qué espacios en mi vida necesito reorganizar para que estén listos para recibir al Señor? Quizás signifique renunciar a una pretensión, dar el primer paso, escuchar más, actuar menos o confiar en lo que ya está preparado”.
Cerró su catequesis con una imagen esperanzadora: “Al aceptar la invitación a preparar el lugar del encuentro con Dios y con los demás, descubrimos que estamos rodeados de signos, encuentros y palabras que nos conducen a una sala ya dispuesta, donde se celebra continuamente el misterio de un amor que nos sostiene y nos precede”.