Miles de fieles se congregaron este domingo en la Plaza de San Juan de Letrán para participar de la Misa de Corpus Christi presidida por el Papa León XIV, quien reflexionó sobre la compasión de Cristo y la fuerza transformadora de la Eucaristía. En una homilía centrada en el relato evangélico de la multiplicación de los panes, el pontífice afirmó que “Cristo es la respuesta de Dios al hambre del hombre”.
A partir del Evangelio según san Lucas, el Santo Padre destacó que “el hambre del pueblo y el ocaso son signos de un límite que se cierne sobre el mundo, sobre toda criatura”, y aseguró que Jesús permanece incluso en medio de la indigencia. “Con Jesús, tenemos todo lo que necesitamos para dar fuerza y sentido a nuestras vidas”, expresó.
El Papa insistió en el valor del compartir como camino hacia el Reino: “Para multiplicar los panes y los peces, Jesús reparte los que hay: precisamente así alcanzan para todos, es más, abundan”. En ese sentido, contrastó la lógica del Evangelio con la opulencia que “desperdicia los frutos de la tierra” y reafirmó el llamado a vivir la solidaridad en este Año Jubilar: “Compartir el pan multiplica la esperanza”.
Criticó también la falta de fe reflejada en los cálculos de los discípulos ante la multitud hambrienta, y advirtió sobre la indiferencia social: “Ante la miseria de muchos, la acumulación de unos pocos es signo de orgullo indiferente, que produce dolor e injusticia”.
Durante su meditación sobre la Eucaristía, León XIV recordó que este sacramento es “la verdadera, real y sustancial presencia del Salvador”, y citando a san Agustín, aseguró que Cristo es un pan “que se puede comer pero que nunca se agota”. Destacó también que la comunión transforma a los creyentes en el cuerpo de Cristo y edifica la unidad de la Iglesia, lo cual implica el compromiso de llevar a Jesús “al corazón de todos”.
Al finalizar la Misa, tuvo lugar la tradicional procesión del Corpus Christi, que recorrió la Vía Merulana hasta la Basílica de Santa María la Mayor. “Juntos, pastores y rebaño, lo adoramos y lo llevamos por las calles, para presentarlo a las conciencias y a los corazones”, explicó el pontífice.
“¡Dichosos los invitados, que se convierten en testigos de este amor!”, concluyó León XIV, antes de impartir la bendición final con el Santísimo Sacramento.