León XIV destacó que Pedro y Pablo son los pilares verdaderos de la Iglesia y llamó a una comunión en la diversidad


El Papa León XIV presidió la misa por la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo en el Altar de la Confesión de la basílica vaticana, donde presentó a ambas figuras como verdaderos “pilares de la Iglesia” y bendijo e impuso el palio a 54 nuevos arzobispos metropolitanos.

Durante la celebración, a la que asistieron unos 5.500 fieles en el interior de la basílica y otros 5.000 en la plaza de San Pedro, el pontífice centró su homilía en la comunión eclesial a partir del testimonio de Pedro y Pablo. Comentando las lecturas litúrgicas, recordó que Pedro fue arrestado y encarcelado por Herodes, y que Pablo, “también con cadenas”, confió a Timoteo un testamento espiritual afirmando que su sangre estaba a punto de ser “derramada y ofrecida a Dios”.

León XIV señaló que “esta comunión en la única confesión de la fe no es una conquista pacífica”. Destacó que ambos apóstoles recorrieron caminos diferentes, abrazaron la fe y vivieron el apostolado de manera diversa, pero alcanzaron una profunda comunión en el Espíritu.

“El primero, Simón, era un pescador de Galilea; el segundo, Saulo, un riguroso intelectual fariseo. Pedro predicó sobre todo a los judíos, mientras que Pablo llevó la Buena Noticia a los gentiles”, explicó el Papa. Añadió que sus enfrentamientos con franqueza evangélica no impidieron “una viva comunión en el Espíritu, una fecunda sintonía en la diversidad”.

Citando a san Agustín, recordó que “en un solo día celebramos la pasión de ambos apóstoles. Pero ellos dos eran también una unidad; aunque padeciesen en distintas fechas, eran una unidad”.

El Papa subrayó que esta comunión nace del Espíritu, “une las diversidades y crea puentes de unidad en la variedad de carismas, dones y ministerios”. En ese sentido, exhortó: “Comprometámonos a hacer de nuestras diversidades un taller de unidad y comunión, de fraternidad y reconciliación”.

Asimismo, indicó que todos en la Iglesia necesitan de esta fraternidad: “La Iglesia, las relaciones entre los laicos y los presbíteros, entre los presbíteros y los obispos, entre los obispos y el Papa, así como lo necesitan la vida pastoral, el diálogo ecuménico y la relación de amistad que la Iglesia desea mantener con el mundo”.

Apertura al cambio y discernimiento

El Papa León XIV también afirmó que los santos Pedro y Pablo interpelan sobre la vitalidad de la fe. Señaló el riesgo de caer en la rutina, en el ritualismo y en esquemas pastorales repetidos que no captan los desafíos del presente, y propuso inspirarse en la voluntad de los apóstoles de abrirse a los cambios, escuchar los acontecimientos y buscar nuevos caminos de evangelización desde las preguntas y problemas de las comunidades.

A partir del Evangelio, recordó la pregunta de Jesús a sus discípulos: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”, y afirmó que interpela a cada creyente para discernir si la fe conserva dinamismo y vitalidad. Advirtió sobre el riesgo de una fe reducida a “una herencia del pasado”, “cansada y estática”, como había señalado el papa Francisco.

Finalmente, el Papa alentó a que este ejercicio de discernimiento permita a la Iglesia renovarse continuamente y encontrar nuevas prácticas para el anuncio del Evangelio. “Esto, junto a la comunión, debe ser nuestro primer deseo”, afirmó.

Concluyó señalando que la Iglesia de Roma está llamada a ser “signo de unidad y de comunión, Iglesia ardiente de una fe viva, comunidad de discípulos que testimonian la alegría y el consuelo del Evangelio en todas las situaciones humanas”.