El gobierno argentino le pidió anticipar parte de esos fondos, con el argumento de que el impacto de la sequía fue muy superior al esperado y pegó más duro de lo proyectado sobre la recaudación impositiva.
El equipo económico de Sergio Massa le explicó a los técnicos del FMI cómo se derrumbó el ingreso por el impuesto a las exportaciones del agro y cómo eso se transfirió a una caída de reservas brutas que están punto de quebrar el piso de los US$ 36.000 millones.
La feroz suba de tasas definida en la semana, con un interés del 91% anual, es la primera prueba que Massa le da al FMI, demostrando que está dispuesto a aplicar la ortodoxia aún a riesgo de una caída del Producto Bruto.
La segunda prueba que pediría el organismo es acelerar con el ritmo de devaluación de la moneda, convencidos sus técnicos de que hay un retraso cambiario en la Argentina. El problema para el Gobierno es que la depreciación del peso juega en contra del objetivo de tener alguna capacidad de competir electoralmente este año.
Es decir, impacta sobre el plan nunca formalizado que tiene Massa de llegar a la presidencia, un objetivo que parece contar con el aval de la vicepresidenta Cristina Kirchner y del gobernador bonaerense Axel Kicillof. A pesar de ello, el ministro de Economía sabe que le sería imposible defender una postulación si el costo de vida no da indicios claros de bajar.
Los números que se discutirán con el FMI
En caso de prosperar las tratativas, el FMI le adelantaría US$ 5.000 millones al gobierno para que los vaya vendiendo a razón de los $222 de dólar oficial. El problema es que el mercado considera que el dólar es de $455, el nivel del contado con liquidación.
Sin embargo, el FMI se inclinaría por ir hacia una reducción acelerada de la brecha cambiaria, activando el ritmo de devaluaciones diarias; otra manera de aminorar el paso de la fuga de capitales, según la perspectiva de los técnicos del organismo multilateral.