Cada 9 de julio, los argentinos volvemos la mirada hacia 1816, hacia esa sala en Tucumán donde un grupo de hombres, con diferencias y temores, se atrevió a decir que este suelo quería ser libre. Pero ¿qué significa hoy, en 2025, hablar de independencia? ¿Puede un país ser verdaderamente independiente cuando más de la mitad de sus niños crecen en la pobreza, cuando los comedores comunitarios suplen al hogar, y cuando tantos hermanos y hermanas duermen en las calles de nuestras ciudades?
La independencia no es solo un hecho histórico, es una tarea que se renueva en cada generación. Aquel 9 de julio no fue un punto de llegada, sino de partida. Nos recordaron que la libertad política debía abrir paso a la libertad interior, al compromiso por el bien común, a la construcción de una Nación donde “nadie quede atrás”.
Estamos en año electoral, y otra vez se nos convoca a elegir. No solo legisladores, sino un rumbo. Pero ese rumbo no puede ignorar la voz de los últimos. Como dijo el papa Francisco en Evangelii Gaudium, “mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera, y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo”. La política, que es una forma elevada de la caridad, debe recuperar su vocación de servicio.
La independencia se ejerce también en el modo en que miramos y tratamos al otro. Porque un país no será verdaderamente libre mientras su pueblo esté atado al miedo, al hambre, o al olvido. Necesitamos una nueva gesta emancipadora: no de coronas ni virreinatos, sino del egoísmo, del individualismo, de la indiferencia.
En este julio, quizás podamos mirar ese acto fundacional como un espejo. Preguntarnos qué tipo de Nación estamos ayudando a construir. Porque la libertad no es un privilegio que se hereda, sino un compromiso que se cultiva.
Como decía san Oscar Romero: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres; así la Iglesia encuentra su salvación.” Tal vez, sea ese el nuevo grito de independencia que necesitamos escuchar.
Lic. Prof. Lucas Rebull