El Dicasterio para la Doctrina de la Fe hizo público este martes 4 de noviembre una nota doctrinal titulada «Mater Populi fidelis» (la Madre del Pueblo fiel) que ha generado considerable interés en círculos católicos. El documento, firmado por el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández y aprobado por el Papa Francisco el 7 de octubre, responde a numerosas consultas y propuestas que la Santa Sede ha recibido en las últimas décadas sobre la devoción mariana y se propone clarificar cuáles títulos y expresiones referidas a María favorecen una genuina piedad cristiana y cuáles corren el riesgo de oscurecer las verdades fundamentales de la fe.
El texto es especialmente contundente respecto a la desaprobación del título «Corredentora», que ha sido utilizado ocasionalmente por algunos Papas en el pasado pero que ha generado controversias teológicas significativas. Aunque algunos Pontífices lo han empleado sin entrar en explicaciones profundas —particularmente San Juan Pablo II, quien lo utilizó al menos en siete ocasiones—, el Concilio Vaticano II rechazó deliberadamente este término por razones «dogmáticas, pastorales y ecuménicas».
La oposición histórica al título
En 1996, el cardenal Joseph Ratzinger, entonces Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, respondió negativamente a una petición del movimiento Vox Populi Mariae Mediatrici para que se definiera dogmáticamente a María como Corredentora o Mediadora de Todas las Gracias. Ratzinger argumentó que «el significado preciso de los títulos no es claro y la doctrina en ellos contenida no está madura», y señaló que no se veía claramente cómo la doctrina expresada en estos títulos «está presente en la Escritura y en la tradición apostólica».
Años después, en 2002, Ratzinger se expresó públicamente en términos aún más categóricos: «La fórmula ‘Corredentora’ se aleja demasiado del lenguaje de las Escrituras y de la patrística y, por tanto, provoca malentendidos… Todo procede de Él, como dicen sobre todo las epístolas a los Efesios y a los Colosenses. María es lo que es gracias a Él. La palabra ‘Corredentora’ ensombrecería ese origen». El futuro papa Benedicto XVI reconocía que existían «buenas intenciones y aspectos valiosos» en la propuesta, pero sostenía que era «un vocablo erróneo».
El Papa Francisco ha reforzado esta posición en múltiples ocasiones. Según la nota doctrinal, ha expresado «al menos tres veces» su oposición clara al título, afirmando que María «jamás quiso para sí tomar algo de su Hijo. Jamás se presentó como co-redentora. No, discípula». Francisco ha enfatizado que «el Redentor es uno solo y este título no se duplica» y que la «obra redentora ha sido perfecta y no necesita añadido alguno», argumentando que «ni la Iglesia ni María pueden reemplazar, o perfeccionar, la obra redentora del Hijo de Dios encarnado, que ha sido perfecta y no necesita añadidos».
El riesgo teológico del término
La nota doctrinal es explícita respecto a por qué este título es problemático: «es siempre inoportuno el uso del título de Corredentora para definir la cooperación de María» porque «corre el riesgo de oscurecer la única mediación salvífica de Cristo y, por tanto, puede generar confusión y un desequilibrio en la armonía de verdades de la fe cristiana». El documento advierte que «cuando una expresión requiere muchas y constantes explicaciones, para evitar que se desvíe de un significado correcto, no presta un servicio a la fe del Pueblo de Dios y se vuelve inconveniente».
El problema de fondo radica en cómo se entiende la asociación de María en la obra redentora de Cristo. La nota subraya que la mediación única de Cristo debe quedar absolutamente clara: «no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos» (Hechos 4,12).
María «Mediadora»
Aunque rechaza «Corredentora», la nota es más matizada respecto al título «Mediadora». El documento reconoce que existe un «uso muy común de la palabra ‘mediación’ en los órdenes más variados de la vida social, donde se entiende simplemente como cooperación, ayuda, intercesión». Por tanto, «es inevitable que se aplique a María en sentido subordinado y de ningún modo pretende añadir alguna eficacia, o potencia, a la única mediación de Jesucristo».
Asimismo, la nota admite que «hubo una forma de real mediación de María para hacer posible la verdadera Encarnación del Hijo de Dios en nuestra humanidad», especialmente en los eventos de la Anunciación, donde María no fue meramente pasiva sino que preguntó activamente y respondió con una «firme decisión: ‘hágase'». También en las bodas de Caná, María cumplió una función mediadora al presentar la necesidad de los novios a Jesús.
Sin embargo, la nota desaconseja especialmente el título «Mediadora de Todas las Gracias» porque «ninguna persona humana, ni siquiera los apóstoles o la Santísima Virgen, puede actuar como dispensadora universal de la gracia. Sólo Dios puede regalar la gracia y lo hace por medio de la Humanidad de Cristo». Además, subraya un problema lógico: «María, siendo la primera redimida, no pudo haber sido mediadora de la gracia recibida por ella misma».
El Concilio Vaticano II evitó usar la terminología de «mediación» para María, prefiriendo en su lugar hablar de «cooperación» o «ayuda maternal», enfatizando expresiones como «múltiple intercesión» y «protección maternal».
Los títulos que valora la Iglesia
Mientras desaprueba varios términos, el documento valora especialmente aquellos basados en la maternidad de María. Los títulos «Madre de los Creyentes», «Madre Espiritual» y «Madre del Pueblo Fiel» son presentados como «particularmente valiosos» porque reflejan la cooperación materna de María y su intercesión sin oscurecer la mediación única de Cristo.
La maternidad espiritual de María, tal como la describe el documento, brota de su maternidad física de Cristo. Al engendrar físicamente a Jesús, María «engendraba en la fe a todos los cristianos que son miembros del Cuerpo místico de Cristo, es decir, engendraba al Cristo total, cabeza y miembros».
También reconoce como aceptables, en sentidos muy específicos, títulos como «Madre de Gracia» y la expresión «gracias» (en plural) referida a la ayuda materna de María en distintos momentos de la vida. El documento explica que este plural expresa «todos los auxilios, aun materiales, que el Señor puede regalarnos escuchando la intercesión de la Madre».
Fundamentos bíblicos y patrísticos
La nota doctrinal se esfuerza por demostrar que la auténtica devoción mariana no es una creación tardía sino que tiene raíces profundas en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia. Señala cómo María se vislumbra ya en Génesis 3,15 como «la Mujer que participa en la victoria definitiva contra la serpiente», y destaca el papel de María en la cruz, donde Jesús la designa como «Madre» de todos los discípulos (Juan 19,26-27).
El documento recuerda que en los primeros siglos, los Padres de la Iglesia enfatizaron principalmente la maternidad divina de María, su virginidad perpetua y su perfecta santidad. San Agustín la llamaba «cooperadora» en la Redención, «subrayando tanto la acción de María junto a Cristo como su subordinación a Él». Por su parte, el Concilio Vaticano II no entró en declaraciones dogmáticas sobre estos temas sino que prefirió presentar «una extensa síntesis de la doctrina católica sobre el puesto que María Santísima ocupa en el misterio de Cristo y de la Iglesia».
Un equilibrio necesario
El cardenal Víctor Manuel Fernández, Prefecto del Dicasterio que suscribe el documento, explica en la presentación que la nota busca «valorar, admirar y alentar» la piedad del Pueblo de Dios que encuentra en María «refugio, fortaleza, ternura y esperanza». De hecho, destaca que «más que proponer límites, la Nota busca acompañar y sostener el amor a María y la confianza en su intercesión materna».
Sin embargo, el documento también reconoce que «existen algunos grupos de reflexión mariana, publicaciones, nuevas devociones e incluso solicitudes de dogmas marianos» que «proponen un determinado desarrollo dogmático y se expresan intensamente a través de las redes sociales despertando, con frecuencia, dudas en los fieles más sencillos».

