La 46ª Peregrinación Juvenil del NEA hacia el Santuario de Nuestra Señora de Itatí volvió a ser un signo de fe y esperanza que movilizó a miles de jóvenes y familias de toda la región. Pese a las intensas lluvias que acompañaron gran parte del trayecto, la devoción a la Virgen Morena se impuso a las inclemencias del tiempo, convirtiendo la ruta en un río de paraguas, capas y estandartes multicolores.
Monseñor Adolfo Ramón Canecín, obispo de Goya, recordó emocionado que fue uno de los pioneros de esta experiencia en 1979. En medio de la lluvia, interpretó el fenómeno como un signo de purificación: “Quizás el Señor quiere que lavemos también el corazón. La humanidad necesita un baño de misericordia para caminar en conversión y fraternidad”.
El prelado destacó que, aunque cambien las formas de caminar con los años, lo esencial es mantener vivo el espíritu peregrino: “Peregrinemos como María: ligera de equipaje, pronta para servir y firme en la fe. Seamos todos peregrinos de la esperanza”.
En la misa central, monseñor Gustavo Larregain, obispo auxiliar de Corrientes, abrió su homilía dirigiéndose especialmente a los jóvenes: “Queridos jóvenes, ¡qué alegría encontrarnos aquí en Itatí! Cada uno vino con su mochila, cansancios y sueños. Todos venimos con algo en común: somos peregrinos. Y no cualquier peregrino… somos: peregrinos de esperanza, guiados de la mano de la Virgen”.
Comentando las lecturas del día, señaló: “Hoy la Palabra de Dios nos impacta fuerte: el profeta Amós nos dice: ‘¡Ay de los que viven cómodos, sin preocuparse de los demás!’. San Pablo nos anima: ‘Luchá la buena batalla de la fe, no te rindas, mantené la esperanza en Cristo’. Y Jesús, en el Evangelio, nos cuenta la parábola del rico y Lázaro”.
Dirigiéndose a los peregrinos, advirtió sobre la tentación de la indiferencia: “A veces el peligro es vivir encerrados en una burbuja, en nuestro mundo, en nuestras cosas: la computadora, el celular, la comodidad, los caprichos… y no ver al ‘Lázaro’ que está al lado: el amigo que sufre en silencio, el que está solo o aislado, quién no encuentra sentido, el que cayó en las drogas o perdió la esperanza”.
Sobre el lema de la peregrinación, explicó: “Ser ‘peregrino de esperanza’ es abrir los ojos y el corazón, es no acostumbrarnos al sufrimiento ajeno, es animarnos a ser solidarios, a salir de nosotros mismos: tener la mirada nueva de la esperanza. Esto implica ver con ojos nuevos: el peregrino no mira la realidad desde el prisma de la resignación, sino con la certeza de que Dios camina con nosotros”.
El obispo también hizo referencia a las enseñanzas de la Iglesia: “El compromiso de la esperanza no es evasión, no aparta de la realidad, sino que nos involucra aún más. Como recuerda el Papa Francisco en Christus Vivit (143), la esperanza es audaz y sabe mirar más allá de las dificultades. Ayuda a asumir responsabilidades, el peregrino de esperanza no se conforma con discursos, sino que se siente llamado a colaborar en la construcción de una sociedad más justa, fraterna y solidaria”.
Finalmente, puso a la Virgen como modelo de esperanza para los jóvenes: “La Virgen lo sabe bien. Ella caminó siempre con esperanza: en Nazaret, cuando dijo ‘sí’ a Dios; en el Calvario, cuando no se rindió ante la cruz; en el Cenáculo, cuando esperó con los discípulos al Espíritu Santo. Ella nos dice hoy lo mismo que en Caná: ‘Hagan lo que Él les diga’. Eso es esperanza: confiar en Jesús y ponerse en marcha”.
Miles de jóvenes vivieron esta peregrinación como una experiencia de fe y de comunión. Bajo la lluvia, entre cantos, cruces e intenciones, confirmaron que caminar hacia Itatí es mucho más que una tradición: es una escuela de esperanza, de servicio y de vida compartida bajo la mirada de la Virgen Morena.




