Pareciera ayer, pero pasaron 15 años de esa madrugada del 17 de julio de 2008 cuando, tras 128 días de conflicto entre el Gobierno y el campo y, luego de 18 horas de debate y un empate en 36 votos, el “no positivo” del entonces vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, se repetía cual eco en ese recinto del Senado, para finalmente dejar sin efecto la polémica resolución 125, que incrementaba las retenciones a la soja y otros productos. En el caso de la oleaginosa, se subía la alícuota del 35% a casi un 44,1%, alcanzando luego un tope de 48,7%. Además, con precios de exportación superiores a US$600 la tonelada, la alícuota marginal era del 95%.
El reloj marcaba las 4.25 y una sigilosa tensión fue la antesala de la decisión del presidente de la Cámara alta. Afuera, un país expectante también miraba lo que ocurría en el interior del lugar.
“Lo podíamos haber arreglado antes y no quisieron. Ellos (el oficialismo) sabían cuál era mi postura. No hablé con la presidenta, ni con el expresidente (Néstor Kirchner), solo lo hice en las horas previas con Fernández, jefe de Gabinete de entonces”, detalla.
Mientras se debatía la iniciativa, una multitud en El Rosedal, con la Mesa de Enlace a la cabeza, se mantenía en vilo, escuchando lo que pasaba minuto a minuto en el Senado. Antes de su voto, la tensión, la tirantez, el nerviosismo y la incertidumbre iban en aumento. Finalmente y sabiendo que el oficialismo no llegaba al número, el senador Miguel Ángel Pichetto no quería demorar más esa agonía. Haciendo alusión a una cita bíblica, con dureza, insinuando su traición tal Judás (aunque sin decirlo), expresó: “Como les dijo Jesús a sus discípulos: lo que haya que hacer, hagámoslo rápido”. Esa frase a Cobos le dolió mucho, de hecho aun la recuerda con tristeza.
“Pichetto estaba muy ansioso y yo escuchaba como se movía de un lado a otro en su butaca, parecía un chico de la escuela primaria. Yo también estaba nervioso”, asegura.
Cree que con el tiempo la historia fue madurando su decisión. “La prueba está que muchos que tuvieron participación directa admitieron el error, hasta Cristina lo hizo y cada vez que puede, como chicana le dice a Lousteau, autor de la resolución, ‘me enseñaste mucho de economía, sobre todo con la 125′; cosa que demuestra que admitió que fue un error el que se cometió”, señala.
Hoy agradece que esa resolución no se haya convertido en ley. Entiende que, de haber sido de otra manera, las consecuencias hubiesen sido peores. “Era un conflicto que había traspasado los límites de un sector gremial. No debemos olvidar los momentos de tensión que vivimos, con rutas cortadas, con golpes, con supermercados vacíos. No quiero imaginar lo que hubiera pasado. Creo que hice lo correcto, dentro de mis posibilidades, de alternativas que no se concretaron. Me obligaron a esa votación”, señala.
De hecho, a medida que pasaban los días, las movilizaciones en el interior eran más grandes y las bases de productores autoconvocados a lo largo del país eran más rígidas. Tanto del lado del Gobierno como del campo, nadie ya quería dar el brazo a torcer y las diferencias se acentuaban. Cada día, los cortes y paros del sector eran crispantes y los ciudadanos tomaban partido por uno u otro. Ahí estaba Cobos, que desde el Senado ofrecía su despacho a los dirigentes del campo para que tengan reuniones con los distintos legisladores. Pero nada parecía acercar posiciones.
A 15 años de aquel hecho, además de esa grieta abierta, muchos fueron los que quedaron salpicados por el conflicto. Uno de ellos fue el actual presidente que, al poco tiempo dejó la Jefatura de Gabinete y se alejó del kirchnerismo por un tiempo. Otro fue Lousteau, que desde ese entonces lidia para despegarse del estigma de ser el artífice de la 125 y de haber sido parte del Gobierno de Cristina. Sin renunciar, los tres años y medio posteriores para Cobos como vicepresidente fueron muy difíciles pero logró salir ileso.