Después de cuatro días de hospitalización y tras volver ayer al Vaticano, el Santo Padre ha querido estar presente en la primera celebración de esta Semana Santa.
El Santo Padre empezó la homilía recordando la única invocación pronunciada en la cruz por Jesús en el Evangelio: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? son las palabras que nos llevan al corazón de la pasión de Cristo, al punto culminante de los sufrimientos que padeció para salvarnos”.
«Jesús abandonado nos pide que tengamos ojos y corazón para los abandonados. Para nosotros nadie puede ser marginado», dijo y manifestó que “cada vez que escuchamos el relato de la pasión “nos conmueve”: “Sufrió en el cuerpo: de las bofetadas a los golpes, de la flagelación a la corona de espinas, hasta llegar al suplicio de la cruz. Sufrió en el alma: la traición de Judas, las negaciones de Pedro, las condenas religiosas y civiles, las burlas de los guardias”.
Pero aparte del sufrimiento del cuerpo y del alma, hay otro sufrimiento que es todavía “más lacerante”, el del espíritu: “En la hora más trágica, Jesús experimenta el abandono de Dios. Nunca antes, explicó, había llamado al Padre con el nombre genérico de Dios, el acontecimiento es, pues, real y el abajamiento es extremo. El Señor llegar a sufrir por amor a nosotros, lo que nos es difícil incluso de comprender”.
Jesús experimentó el abandono «para no dejarnos rehenes de la desolación y estar a nuestro lado para siempre».
Francisco ha reflexionado además durante la homilía sobre el verbo ‘abandonar’: “Aparece en la Biblia en momentos de extremo dolor: en amores fracasados, negados y traicionados; en hijos rechazados y abortados; en situaciones de repudio, viudez y orfandad; en matrimonios agotados, en exclusiones que privan de vínculos sociales, en la opresión de la injusticia y la soledad de la enfermedad. Cristo llevó todo ello a la cruz, tomando sobre sí el pecado del mundo. Y en el momento culminante, el Hijo unigénito y amado experimentó la situación que le era más ajena: la lejanía de Dios”.
Francisco subrayó que además que Jesús hizo todo esto “por nosotros”: “Se hizo solidario con nosotros hasta el extremo, para estar con nosotros hasta las últimas consecuencias. Para que ninguno de nosotros pudiera considerarse solo e insalvable. Experimentó el abandono para no dejarnos rehenes de la desolación y estar a nuestro lado para siempre. Hermano, hermana, lo hizo por ti, por mí, para que cuando tú, yo, o cualquiera se vea entre la espada y la pared, perdido en un callejón sin salida, sumido en el abismo del abandono, absorbido por el torbellino del «por qué», pueda tener esperanza”.
En este sentido, el pontífice recordó a un mendigo muerto en la columnata del Vaticano «solo y abandonado» como una encarnación actual de Cristo. «Muchos necesitan nuestra cercanía, muchos abandonados, también yo necesito que Jesús me acaricie, que esté cerca de mi y por eso voy a buscarlo en los abandonados y en los solitarios», refirió.
«Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados»
“Para que cada uno de nosotros pueda decir: en mis caídas, en mi desolación, cuando me siento traicionado, descartado y abandonado, Tú estás ahí, Jesús. En mis fracasos, Tú estás conmigo. Cuando me siento errado y perdido, cuando ya no puedo más, Tú estás ahí, Tú estás conmigo. En mis «por qué» sin respuesta, Tú estás conmigo”, afirmó el Papa durante la homilía de la Misa del Domingo de Ramos.
Asimismo, destacó que un amor así «puede transformar nuestros corazones de piedra en corazones de carne, capaces de piedad, de ternura, de compasión. Cristo abandonado nos mueve a buscarlo y amarlo en los abandonados”.
«Hoy hay tantos cristos abandonados»
“En ellos no solo hay personas necesitadas, sino que está Él, Jesús abandonado, Aquel que nos salvó descendiendo hasta lo más profundo de nuestra condición humana. Por eso quiere que cuidemos de los hermanos y de las hermanas que más se asemejan a Él, en el momento extremo del dolor y la soledad».
«Hoy hay tantos «cristos abandonados». Hay pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte; hay pobres que viven en los cruces de nuestras calles, con quienes no nos atrevemos a cruzar la mirada; emigrantes que ya no son rostros, sino números; presos rechazados, personas catalogadas como problemas. Pero también hay tantos cristos abandonados, invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, enfermos no visitados, discapacitados, ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor”, expresó.
Francisco, al final de la homilía, recordó además como “las personas rechazadas y excluidas son iconos vivos de Cristo. Nos recuerdan la locura de su amor; su abandono que nos salva de toda soledad y desolación” y pidió “la gracia de saber amar a Jesús abandonado y saber amar a Jesús en cada persona abandonada. Pidamos la gracia de saber ver y reconocer al Señor que sigue gritando en ellos. No dejemos que su voz se pierda en el silencio ensordecedor de la indiferencia. Dios no nos dejó solos; cuidemos de aquellos que fueron dejados solos”.
Fuente: AICA