El Arzobispado de Buenos Aires confirmó anoche, 30 de junio a las 23 hs, el fallecimiento del cardenal capuchino Luis Pascual Dri, a los 98 años. Sus restos son velados desde esta mañana en el Santuario de Nuestra Señora del Rosario de Nueva Pompeya, donde esta tarde se celebrará la Eucaristía a las 18 hs. La despedida concluirá el miércoles 2 de julio con una misa a las 9 hs, presidida por el arzobispo Jorge Ignacio García Cuerva.
Sembrado en la austeridad, forjado en la misericordia
Nacido el 17 de abril de 1927 en Federación (Entre Ríos), hijo de inmigrantes italianos y huérfano de madre a los cuatro años, Dri ingresó al seminario capuchino con solo 11 años. Profesó sus votos perpetuos en 1949 y fue ordenado sacerdote en la catedral de Montevideo el 29 de marzo de 1952. Durante décadas ejerció como formador de seminaristas, maestro de novicios y párroco en Argentina y Uruguay, antes de recalar definitivamente en el Santuario de Pompeya, al sur de la capital argentina, donde pasaba largas horas en el confesionario, ya octogenario.
El hermano que aconsejaba al entonces cardenal Bergoglio
Su humilde celda–confesionario se convirtió en punto de referencia para Jorge Mario Bergoglio, quien solía enviarle sacerdotes “para que se dejen acariciar por la misericordia de Dios”. Francisco ha relatado varias veces la anécdota que inmortalizó a Dri: cuando alguna vez dudaba de haber “perdonado demasiado”, acudía al Sagrario y decía a Jesús: “Perdóname, Señor… ¡pero fuiste vos quien me diste el mal ejemplo!”
Cardenal a los 96 años: un signo profético
El 9 de julio de 2023, durante el Ángelus, el Papa lo anunció entre los nuevos cardenales “para que la Iglesia no olvide que la misericordia es su primer lenguaje”. Aunque la salud lo obligó a quedarse en Buenos Aires, recibió la birreta purpurada el 11 de octubre de ese año, en la catedral metropolitana. Fue creado cardenal-diácono de Sant’Angelo in Pescheria, título que aceptó “solo para seguir sirviendo detrás de la cortina del confesonario”.
Legado de cercanía y perdón
Maestro del corazón. Formó generaciones de frailes, inculcando la espiritualidad de san Leopoldo Mandić y del Padre Pío, sus modelos de confesor.
Poeta de la misericordia. Su libro No tengan miedo de perdonar se convirtió en manual de pastoral penitencial.
Consejero papal. Francisco no solo lo citó en homilías y en el libro-entrevista El nombre de Dios es Misericordia; también buscaba en él orientación espiritual para sí y para otros presbíteros.
Un adiós cargado de gratitud
La arquidiócesis, los capuchinos y centenares de fieles pasarán hoy silenciosamente por su confesonario vacío. Allí quedará, como testimonio, la pequeña estampita del Buen Pastor con la que solía despedir a cada penitente. “Que nadie se vaya sin sentirse amado”, repetía. Su ministerio fue la parábola viviente del padre que corre al encuentro del hijo. Y su partida, en palabras del Papa, “nos llama a todos a ser dispensadores inagotables de perdón”.