«Esperanza», la autobiografía del papa Francisco


Los periódicos italianos publicaron algunos extractos del texto, que cuenta la infancia y adolescencia de Jorge Bergoglio .

«La vida de mi familia ha conocido muchas penurias, sufrimientos, lágrimas, pero, incluso en los momentos más duros, experimentamos que, con una sonrisa, una carcajada, pudimos arrancarnos la energía necesaria para retomar el camino», dice Francisco en el libro.

«Desde mi segundo año hasta que cumplió los 21, residí siempre en el número 531 de la calle Membrillar. Una casa de una sola planta, con tres dormitorios, el de mis padres y los dos que compartíamos los hermanos, un baño, una cocina con comedor, un comedor más formal y una terraza. Esa casa y esa calle fueron, para mí, las raíces de Buenos Aires y de la Argentina toda», asegura.

Uno de los episodios más impactantes de su juventud ocurrió cuando estudiaba en la Escuela Técnica Especializada en Industrias Químicas N° 12. Un compañero de clase, descrito como un joven brillante y apasionado por la música clásica, asesinó a un amigo del barrio con el arma de su padre. Este hecho, que conmocionó a la comunidad escolar, llevó al joven a ser recluido en un manicomio penal. Bergoglio lo visitó en aquel lugar, describiendo la experiencia como profundamente perturbadora.

El pontífice recuerda cómo defendió a su amigo frente a comentarios despectivos en la escuela, lo que le valió una reputación de integridad entre sus compañeros. A pesar de los esfuerzos por mantener el contacto, la vida de su amigo terminó trágicamente años después, cuando, tras salir del reformatorio, se quitó la vida a los 24 años. Este evento dejó una huella imborrable en el futuro Papa, quien reflexiona sobre la profundidad del corazón humano y la complejidad de la vida.

El papa Francisco y su amor por el fútbol

El amor del Papa por el fútbol no es ningún secreto y su pasión por San Lorenzo es vox populi. Por eso, es natural que en su biografía, dedique un buen espacio a los recuerdos relacionados con el mundo del deporte.

El Papa admite que jugaba mal al fútbol y que la pelota no estaba hecha para él. En tono jocoso, Francisco cuenta que tiene «dos pies izquierdos» y que su falta de habilidad le ha valido el apodo común de los malos jugadores: «pata dura». Además, dice que solía ser arquero y le gustaba comparar los balones con las oportunidades de la vida: cuando llegan, hay que aprovecharlas.

El Papa rememora también el cónclave de su elección después de la renuncia de Benedicto XVI.

«Nunca imaginé que el resultado de este cónclave me podía afectar directamente, así que figúrese si había pensado en un nombre papal», explica.

«En San Pedro, esos días había una persona sin hogar que se paseaba con una pancarta alrededor del cuello donde había escrito ‘Papa Francisco I’. Esta imagen solo me vino a la memoria después, cuando varios periódicos publicaron la fotografía», cuenta.

También revela que no ha visto la televisión desde 1990, cumpliendo una promesa que se hizo después de ver por accidente «imágenes sórdidas» que le ofendieron profundamente. Reconoce «raras excepciones», como durante los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.

Pero, por ejemplo, no ha visto un partido de su equipo de fútbol, el San Lorenzo argentino, «desde hace 30 años», aunque «un guardia suizo me pasa los resultados» en la oficina.

Lamenta el aislamiento provocado por el poder. «Salir a comer una pizza es una de las pequeñas cosas que más extraño», dice. «Una pizza comida en una mesa tiene un gusto muy distinto al de una pizza entregada a domicilio», explica.

«Cuando era cardenal, me encantaba caminar por la calle y tomar el metro. Las calles me hablaban, están llenas de enseñanzas», afirma.

En el libro, el papa aborda también las dificultades de su pontificado, como la reforma de la burocracia vaticana y la imposición de reglas en el campo financiero, que suscitaron «la mayor de las resistencias».