¿En qué consiste la Octava de Pascua?


El tiempo litúrgico de la Pascua tiene como duración cincuenta días y va desde el Domingo de la Resurrección hasta Pentecostés. Los primeros ocho se conocen como la Octava de Pascua.

El Triduo Pascual, que comienza con la Misa vespertina de la Cena del Señor, tiene su culmen en la celebración de la Misa más importante de todo el tiempo litúrgico, la “madre de todas las liturgias”: la Vigilia Pascual. Es la solemnidad de las solemnidades en la que se celebra la gloriosa Resurrección del Señor Jesús y su victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte.

Al ser esta celebración tan importante, la Iglesia vive toda la semana que sigue como si fuese una gran solemnidad, un gran Domingo. Sucede de esta manera porque la alegría de la Resurrección no se puede abarcar en un solo día y la Iglesia, de alguna manera, quiere expresarlo ampliando este gran día en una santa y solemne semana, que es la Octava Pascual.

¿Qué características tiene la Octava de Pascua?

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Tiene características de un Domingo. Es solemnidad. Esto quiere decir que litúrgicamente se celebra como si fuese un Domingo. Se reza el gloria y añade una bella secuencia pascual que se dice el Domingo de Pascua y puede rezarse, a juicio del celebrante, también durante toda la semana.

La Iglesia y la liturgia recomienda que sean días en donde se manifieste la alegría de la Resurrección del Señor a través de los cantos, las flores y de todo aquello que embellezca la celebración.

El Evangelio de toda la semana está marcado por las apariciones de Cristo Resucitado y la experiencia que tuvieron los apóstoles y sus discípulos con Él. Por otro lado, en la primera lectura leeremos en los Hechos de los Apóstoles cómo la fuerza del Resucitado irrumpe sobre la vida de este pequeño grupo de seguidores de Cristo haciéndolos valientes y elocuentes predicadores de la fe.

Se recomienda rezar con especial cuidado las oraciones colectas, los prefacios y oraciones después de la comunión que recogen en sí la tradición cristiana de muchos siglos. Es la vida hecha oración la que se plasma en esas líneas y que, sin duda, manifiestan el tono exultante y alegre en que vive la Iglesia este tiempo.

Hay una antífona que se repite durante todos estos días. “Este es el día en que actuó el Señor, sea Él nuestra alegría y nuestro gozo: ¡Aleluya!”. Esta antífona reemplaza al responsorio breve en el rezo de las horas mayores de la Liturgia de las Horas, resaltando cómo la acción del Señor es la fuente de nuestra alegría porque Él ha resucitado y vencido a la muerte.

¿Cómo podemos vivir estos días?

Nosotros, como cristianos, tenemos que unirnos a esa alegría con nuestra vida, porque si nuestra vida es una prolongación de lo que vivimos en la Eucaristía, entonces es momento para que en nuestra vida cotidiana vivamos una alegría profunda, una que está fundada en la certeza que nos da la fe de que el Señor ha vencido y nosotros con Él.

 

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