«En los momentos de oscuridad Cristo viene a nuestro encuentro»


El Sumo Pontífice pidió en el ángelus «invocar y acoger a Jesús» en todo momento, sobre todo cuando «nos encontramos en alta mar y a merced de los vientos contrarios, cuando vemos oscuridad y nos sentimos perdidos».

Francisco encabezó como cada domingo la oración del Ángelus y en su alocución dirigida a cientos de fieles y peregrinos en la plaza de San Pedro, invitó a realizar dos cosas que hacen los discípulos en el Evangelio, “invocar y acoger a Jesús”. “Cuando nos encontramos en alta mar y a merced de los vientos contrarios, cuando sólo vemos oscuridad y nos sentimos perdidos en la vida”.

El Santo Padre recordó que “hoy Cristo repite a cada uno de nosotros: ¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo! Ánimo, porque estoy aquí, porque ya no estás solo en las aguas bravas de la vida”.

Seguidamente, se refirió a que el evangelio de este domingo 19 del Tiempo Ordinario, “narra un prodigio particular de Jesús: Él, de noche, camina sobre las aguas del lago de Galilea para encontrarse con los discípulos que están haciendo la travesía en una barca”.

“¿Por qué hizo Jesús ese gesto? ¿Quizá por una necesidad urgente e imprevisible, para socorrer a los suyos que se encuentran varados por el viento en contra? Sin embargo, fue el propio Jesús quien lo planeó todo, quien les hizo partir al atardecer, incluso – dice el texto – ‘obligándoles’ (cf. v. 22). ¿Quizá para darles una demostración de grandeza y poder? Pero él no es así. ¿Por qué lo hizo?”, reflexionó.

 

Las fuerzas malignas que no podían ser dominadas por el hombre

Ante este gesto particular que hizo Jesús, el Papa Francisco señaló que “es necesario conocer el mensaje que está detrás de esta narración y el significado de las ‘grandes masas’ de agua de aquel tiempo”. “Detrás del caminar sobre las aguas hay un mensaje que no es inmediato para nosotros. En efecto, en aquella época, las grandes extensiones de agua se consideraban la sede de fuerzas malignas que no podían ser dominadas por el hombre; sobre todo cuando estaban agitadas por la tempestad, las profundidades eran símbolo del caos y recordaban las tinieblas del inframundo”, continuó.

Mediante esa aclaración, Francisco mencionó que los discípulos se encuentran en medio del lago, en la oscuridad. En ellos está el miedo a hundirse, a ser absorbidos por el mal. Y aquí llega Jesús, que camina sobre las aguas, es decir, sobre esas fuerzas del mal, y dice a sus discípulos: ‘Ánimo, soy yo, ¡no tengan miedo!’.”

 

“He aquí el significado del signo: los poderes malignos, que nos atemorizan y que somos incapaces de dominar, con Jesús se ven disminuidos. ‘él, caminando sobre las aguas, quiere decirnos: ‘No tengan miedo, yo pongo a tus enemigos bajo tus pies’; ¡no las personas!, ellos no son los enemigos, sino la muerte, el pecado, el diablo: a estos enemigos él los pisotea por nosotros”.

 

Invocar a Jesús: ¡Señor, sálvame!

El Papa se preguntó, tal como le sucedió a los discípulos, “qué hacer cuando nos encontramos en alta mar y a merced de los vientos contrarios? ¿Qué hacer ante el miedo, cuando sólo vemos oscuridad y nos sentimos perdidos?”.  “Podemos hacer dos cosas que hicieron los discípulos en el Evangelio, invocar y acoger a Jesús”, manifestó.

“Invocan: Pedro camina un poco sobre el agua hacia Jesús, pero luego se asusta, se hunde y grita: ‘¡Señor, sálvame!’ (v. 30). Esta es una hermosa oración, que expresa la certeza de que el Señor puede salvarnos, de que el vence nuestro mal y nuestros miedos. Repitámosla también nosotros, sobre todo en tiempos de ‘tormenta’: ¡Señor, sálvame!”. agregó.

 

Acoger a Jesús: Él viene a nuestro encuentro

A continuación, el Santo Padre dijo que los discípulos acogen a Jesús en la barca. El texto dice que, en cuanto subió a bordo, ‘cesó el viento’. El Pontífice recordó que el Señor “sabe que la barca de la vida, así como la barca de la Iglesia, está amenazada por vientos contrarios y que el mar en el que navegamos es a menudo agitado”.

“Él no nos preserva de la fatiga de la navegación, sino que – el Evangelio lo subraya – exhorta a los suyos a zarpar: es decir, nos invita a afrontar las dificultades, para que también ellas se conviertan en lugares de salvación, en ocasiones de encuentro con él. Él, de hecho, en nuestros momentos de oscuridad sale a nuestro encuentro, pidiendo ser acogido, como aquella noche en el lago”.

Finalmente, el Papa Francisco invitó a rezar a la Madre de Dios, y a que cada persona frente a situaciones de temor pueda preguntarse, “¿cómo actúo? ¿Voy solo, con mis propias fuerzas, o invoco al Señor? ¿Y cómo es mi fe? ¿Creo que Cristo es más fuerte que las olas y los vientos adversos? Pero, sobre todo: ¿navego con él? ¿Le acojo, le hago sitio en la barca de la vida, le confío el timón?”.

“María, estrella del mar, nos ayude a buscar la luz de Jesús en las travesías oscuras”, finalizó.