En vísperas del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se conmemora cada 10 de septiembre, Cristina Guillán, voluntaria de la Asociación Civil Defender la Vida, dialogó en Radio Tupambaé y compartió una reflexión sobre la necesidad de hablar del tema, derribar estigmas y fortalecer los vínculos humanos como principal factor protector.
“Si hay algo que impone el suicidio es el silencio, y el silencio no protege: los vínculos sí”, afirmó al subrayar el lema de este año. En ese marco, recordó la convocatoria en la Plaza 9 de Julio: este miércoles 10 de septiembre, desde las 9, se realizará la Jornada por el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, bajo el lema “El silencio no protege, los vínculos sí”. El encuentro busca visibilizar la problemática y promover la escucha activa como herramienta de prevención.
El valor de la palabra y la mirada
La especialista remarcó que muchas veces las personas en crisis no logran expresarse: “No se sienten escuchadas ni miradas. El dolor psíquico es muy grande y se construye en silencio. Por eso debemos aprender a escuchar con el cuerpo, con la mirada, a registrar al otro. La escucha es un arte, no es solo oír”.
En esa línea, advirtió sobre la costumbre cotidiana de preguntar mecánicamente “¿todo bien?”, sin detenerse a percibir realmente a la otra persona: “Si alguien nos respondiera ‘no, no estoy bien’, nos obligaría a retroceder y mirarlo. No siempre podemos dar una solución, pero sí podemos acompañar y orientar hacia la ayuda profesional”.
La carga de la culpa y los estigmas

Guillán también señaló el peso que enfrentan las familias afectadas: “Todavía existe un estigma. Los familiares sienten vergüenza, se encierran y cargan con una culpa que no les corresponde. No se trata de culpas, sino de responsabilidades. El pasado no se puede cambiar, y los ‘hubiera’ son fantasmas muy crueles que acompañan durante años”.
Recalcó que por cada persona que muere por suicidio hay alrededor de 60 afectados directos e indirectos, entre familiares, amigos, docentes, compañeros y vecinos. “Por eso la sociedad en su conjunto debe contener y alojar a quienes atraviesan estas situaciones”, subrayó.
Jóvenes, adultos y adultos mayores: distintas miradas

La entrevistada diferenció las realidades según la etapa de la vida:
- Adolescentes y jóvenes: “Viven en un mundo instantáneo, donde todo parece resolverse con un botón o un filtro en la pantalla. Necesitan la presencia de un adulto que observe, escuche y acompañe sin invadir”.
- Adultos: “La angustia es la misma, pero suelen tener más herramientas para procesarla. Aun así, también atraviesan situaciones críticas que pueden conducirlos a una decisión irreversible”.
- Adultos mayores: “Suelen vivir en soledad y, muchas veces, relegados al fondo de la casa o frente al televisor. Debemos rescatar su rol social, escucharlos y valorar su experiencia. No son descartables, son portadores de historias y raíces”.
La cultura del éxito y la apariencia

Guillán advirtió sobre los efectos de la cultura actual: “Hoy tenemos muy baja autoestima, invadidos por la exigencia de ser perfectos, bonitos o exitosos. Nos olvidamos de que somos seres humanos imperfectos, y justamente esa imperfección es la que nos hace crecer. Si mostramos lo perfecto, nos alejamos de lo bueno”.
En ese sentido, insistió en la necesidad de fortalecer factores protectores como la autoestima, la resiliencia, la comunicación cara a cara y la revalorización de la espiritualidad, entendida como sentido y propósito de vida más allá de lo material.
Los mitos que persisten

La especialista desarmó algunos mitos frecuentes:
- “El suicidio no se hereda como el color de ojos. Lo que puede haber es imitación de conductas, pero no hay determinismo genético”.
- “Los adolescentes que dicen ‘si me dejas me mato’ no están manipulando, están pidiendo ayuda. Siempre hay que tomarlo en serio y buscar acompañamiento profesional”.
- “Los niños sí pueden tener conductas suicidas, aunque el rango sea bajo. Negarlo es otro mito peligroso”.
Un llamado a la responsabilidad social

Guillán hizo hincapié en el rol de los medios de comunicación y de la sociedad en general: “Cuando ocurre un suicidio en un espacio público, pedimos que no se viralicen imágenes ni se expongan los cuerpos. Se trata de respeto. Informar sí, pero también poner en valor los factores protectores”.
Finalmente, concluyó con un mensaje claro: “El silencio mata simbólicamente. Hay que rescatar la conversación, volver a mirarnos y escucharnos. Los vínculos sanos protegen. El silencio no”.


