Desde muy temprano, los jóvenes reunidos en la explanada del «Campo da Graça», se han despertado al ritmo de pura música. El sacerdote DJ -el Padre Guilherme, de la diócesis de Braga, con sus platos, secuenciador, mixer y clergyman ha amenizado el despertar y el improvisado desayuno de la multitud. La guinda, una versión disco del himno de la jornada, que los jóvenes han coreado mientras bailaban.
Después de casi dos horas y media de música disco, se apagan los altavoces para obligar a mantener unos minutos de silencio y crear la atmósfera para la misa. A las 8:45 hora de Lisboa resuenan las notas de un órgano que parecen transformar el estuario del Tajo en una catedral a cielo abierto. Entran en procesión 700 obispos. Unos diez mil sacerdotes concelebran también desde el sector que está delante del altar.
El cardenal patriarca de Lisboa, Manuel Clemente, recuerda que con esta JMJ de Lisboa, la Iglesia católica cierra definitivamente el capítulo de la pandemia del Covid-19, y regresa a las movilizaciones de masa. «Tras una pandemia que les ha confinado, usted ha querido con esta JMJ que los jóvenes se reencontraran y se animara a construir un mundo capaz de responder mejor a las aspiraciones de todos», ha dicho ante el Papa. Esta JMJ fue anunciada en enero de 2019, cuando el mundo era diferente y una de las primeras decisiones del Vaticano durante el confinamiento fue retrasar la Jornada Mundial de la Juventud de 2022 a 2023.
En la homilía, el Papa les ha pedido interrogarse sobre «qué nos llevamos con nosotros ahora que regresamos a la vida cotidiana». Responde con unas palabras de Juan Pablo II: «No tengan miedo».
«A ustedes, jóvenes, que cultivan sueños grandes pero a veces ofuscados por el temor de no verlos realizarse; a ustedes, jóvenes, que a veces piensan que no serán capaces, un poco de pesimismo se nos mete ahí; a ustedes, jóvenes, tentados en este tiempo por el desánimo, por juzgarse fracasados o por intentar esconder el dolor disfrazándolo con una sonrisa; a ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo y luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, Jesús les dice: ‘No tengan miedo’», ha clamado.
Antes de despedirles, al final de la misa, cuando técnicamente la JMJ de Lisboa aún no había concluido, el Papa Francisco ha «dado cita» de nuevo a los «jóvenes de todo el mundo en Roma en 2025, para el Jubileo de la juventud». Además, les ha anunciado que «la próxima JMJ será en Asia, en Seúl (Corea del Sur), en 2027». La última JMJ asiática fue convocada por Juan Pablo II en Manila (Filipinas), en 1995.
El Papa también ha enviado un mensaje a los chicos y chicas «que no han podido venir a causa de conflictos y guerras», y ha asegurado que siente «un gran dolor por la querida Ucrania, que sigue sufriendo tanto». Y a quienes estaban en la explanada les ha despedido con una confidencia: «Permitanme que, ya viejo, comparta con ustedes un sueño que llevo en el corazón: el sueño de la paz, el sueño de los jóvenes que rezan por la paz, viven en paz y construyen un futuro de paz».