En la audiencia general celebrada en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco instó a los fieles a dejarse “renovar y fortalecer por el Espíritu Santo”, alentando a todos a llevar sus dones en cada acción de la vida diaria.
Continuando su serie de catequesis sobre la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, el Santo Padre se enfocó en el sacramento de la Confirmación, destacando su relevancia en la vida de los creyentes. En su discurso, mencionó que, además del bautismo con agua, en el Nuevo Testamento se presenta otro rito significativo: la imposición de manos. Este gesto, explicó el Papa, tiene como objetivo comunicar el Espíritu Santo de manera visible y carismática, evocando los efectos experimentados por los Apóstoles en Pentecostés.
El Papa también hizo referencia al Catecismo de los adultos de la Conferencia Episcopal Italiana, que describe la Confirmación como un refuerzo de la incorporación bautismal a Cristo y a la Iglesia, así como una consagración a la misión profética, real y sacerdotal. Subrayó que, si bien el Bautismo es el sacramento del nacimiento, la Confirmación representa el sacramento del crecimiento y el testimonio, ligado a la madurez de la existencia cristiana.
En este contexto, Francisco advirtió sobre el riesgo de reducir la Confirmación a un mero ritual de despedida de la Iglesia, enfatizando que en realidad se trata del inicio de una participación activa en la vida comunitaria. Reconoció que alcanzar este objetivo puede parecer desafiante, pero subrayó la importancia de perseverar en esta meta, especialmente en el contexto actual de la Iglesia.
El Santo Padre también instó a aprovechar la experiencia de laicos que han tenido un encuentro personal con Cristo para preparar a los jóvenes en este sacramento. Recordó que la Confirmación otorga un sello indeleble del Espíritu Santo, impulsando a los creyentes a difundir y defender la fe como verdaderos testigos de Cristo en el mundo.
Francisco concluyó su intervención recordando la exhortación de san Pablo a Timoteo de “reavivar el don de Dios”, utilizando la metáfora de avivar el fuego. Para el Año Jubilar, el Papa propuso como objetivo “quitar las cenizas de la costumbre y del desapego”, convirtiéndose en portadores de la llama del Espíritu, al igual que los portadores de la antorcha de los Juegos Olímpicos. AICA