En un sábado marcado por la solemnidad y la diversidad, el Papa Francisco presidió el décimo consistorio de su pontificado en la majestuosa Basílica de San Pedro. En una ceremonia cargada de simbolismo, 21 nuevos cardenales recibieron el birrete y el anillo cardenalicio, distintivos de su nuevo servicio como “colaboradores más cercanos del Papa.” Entre los nuevos purpurados se encuentra Mons. Vicente Bokalic Iglic, arzobispo de Santiago del Estero, quien se convirtió en el cuarto cardenal argentino con derecho a voto en un futuro cónclave.
El consistorio no solo amplió el colegio cardenalicio a 253 miembros, de los cuales 140 tienen derecho a voto, sino que también reafirmó la dirección universalista que Francisco ha impulsado durante sus 12 años de pontificado. Este enfoque busca descentralizar el poder de la Iglesia y visibilizar las periferias. Actualmente, el 79% de los cardenales electores fueron designados por Francisco, marcando una fuerte influencia en el cónclave que deberá elegir a su sucesor.
Un colegio cardenalicio global y diverso
El Papa eligió cardenales de todos los continentes, fortaleciendo la representación de regiones históricamente marginadas. América Latina estuvo presente con cinco nuevos cardenales, incluido Bokalic, quien recibió el anillo y el birrete junto a Carlos Castillo, arzobispo de Lima; Fernando Chomali, arzobispo de Santiago de Chile; Luis Gerardo Cabrera, de Guayaquil, Ecuador; y Jaime Spengler, de Porto Alegre, Brasil.
El consistorio también hizo historia con la inclusión del primer cardenal de Serbia, Ladislav Nemet, arzobispo de Belgrado, así como del primer cardenal de Irán, Dominique Joseph Mathieu, aunque este último de origen belga. África sumó dos nuevos cardenales: Jean-Paul Vesco, de Argel, y Ignace Bessi Dogbo, de Abidjan, Costa de Marfil. Asia, el continente más poblado del mundo, tuvo cuatro designaciones, incluyendo al arzobispo de Tokio, Tarcisio Kikuchi, y al indio George Jacob Koovakad, un colaborador cercano en la Secretaría de Estado.
Para Oceanía, el Papa sorprendió al nombrar al obispo greco-católico ucraniano Mykola Bychok, quien, con 44 años, se convirtió en el cardenal más joven del colegio. Por su parte, América del Norte solo recibió una designación: el canadiense Francis Leo, de 53 años, arzobispo de Toronto.
Una ceremonia llena de significado y cercanía
A pesar de un visible hematoma en el lado derecho de su rostro, producto de un golpe doméstico, el Papa Francisco mostró buen humor y cercanía durante la ceremonia. Ignorando el accidente, saludó sonriente a cada cardenal, entregándoles los símbolos de su nueva misión y pronunciando palabras de aliento.
En su mensaje a los nuevos cardenales, Francisco les recordó que su servicio debe estar animado por tres actitudes fundamentales, inspiradas en el poeta argentino Francisco Luis Bernárdez: “ojos altos, manos juntas y pies desnudos.” Explicó que estas actitudes representan la amplitud de la mirada para comprender las necesidades del mundo, la oración constante como base del ministerio y la humildad para caminar junto a quienes sufren.
“La Iglesia necesita pastores que vivan con compasión y misericordia, tocando las realidades más duras del mundo: guerras, hambre, discriminación y persecución,” destacó el Pontífice, reforzando su llamado a una Iglesia cercana a las periferias y a los más vulnerables.
La impronta de Francisco en el futuro de la Iglesia
Con este consistorio, Francisco continúa transformando el colegio cardenalicio, alejándolo del tradicional eurocentrismo y dándole un carácter verdaderamente global. Actualmente, Europa cuenta con 56 cardenales electores, Asia con 25, América Latina con 24, África con 18, América del Norte con 14 y Oceanía con 3.
Esta composición refleja no solo un cambio geográfico, sino también un cambio de enfoque hacia las realidades y desafíos que enfrentan las Iglesias locales. Los nuevos cardenales se convierten en puentes entre el Papa y las comunidades más alejadas del Vaticano, llevando consigo las preocupaciones y esperanzas de sus pueblos.
El impacto de estas decisiones será visible en un eventual cónclave, donde los cardenales electores no solo votarán por el próximo Papa, sino que también reflejarán una Iglesia que, bajo el liderazgo de Francisco, se ha vuelto más inclusiva, misericordiosa y comprometida con los márgenes de la sociedad.