El oro menos pensado: la histórica conquista de los remeros Guerrero y Cappozzo con un bote prestado y dañado


La pareja de argentinos sufrió una odisea durante su viaje a Helsinki en 1952, pero superó todos los obstáculos y se alzó con la máxima presea.

Los Juegos Olímpicos no solo se imponen como el evento deportivo más importante a nivel global, sino que también suelen ser una vidriera para muchos deportistas que representan al país que los vio crecer. En ese contexto, una pareja de remeros argentinos fue protagonista de una gesta en Helsinki 1952 pese a que todo parecía presagiar una catástrofe.

Ocurre que, de cara a la cita que se llevaría a cabo en tierras nórdicas, Tranquilo Cappozzo y Eduardo Guerrero habían pergeñado un acuerdo para participar juntos en el Sudamericano de Chile. Sin haberse conocido previamente y con apenas un par de prácticas en el lomo, triunfaron en la regata, obtuvieron el primer lugar y sacaron boleto para Finlandia.

Cappozzo tenía diez años más que Guerrero. (El Gráfico)
Cappozzo tenía diez años más que Guerrero.

El primero de los atletas había nacido en los Estados Unidos el 25 de enero de 1918, pero emigró a Buenos Aires apenas cumplió la mayoría de edad y comenzó su periplo en el club Canottieri Italiani de Tigre. La experiencia que traía a cuestas le permitió decir presente en Londres 1948 como singlista y apostar por volver a la competición cuatro años después, ya con 34. Su flamante compañero, por aquel entonces, tenía una década menos -oriundo de Salto y nacido el 4 de marzo de 1918-.

Juegos Olímpicos: cómo se construyó la hazaña de Tranquilo Capozzo y Eduardo Guerrero

Lo cierto es que, triunfo mediante, ambos tuvieron que viajar al Viejo Continente a bordo de un avión, pero el vuelo acabó siendo una pesadilla: además del largo trayecto, los deportistas sufrieron derrames en las piernas y sus botes, de 36 kilos, quedaron severamente dañados producto de una caída que los rajó. Por ello, llegaron a analizar la posibilidad de dar un paso al costado.

Sin embargo, la ambición pudo más y se dispusieron a reparar la embarcación en tiempo récord, aún adoloridos, con la colaboración de sus colegas soviéticos. Finalmente, la refacción artesanal surtió efecto y el dúo ganó sorpresivamente las series, a pesar de que en la previa las expectativas eran diametralmente opuestas.

El recorrido positivo continuó en las semifinales y el binomio accedió a la instancia decisiva, en la que el destino les jugaría una pasada irónica: sus rivales serían los remeros de la URSS, que les dieron la chance de competir con las mismas armas que los demás por su invaluable ayuda.

Del triunfo para la historia al veto de la Revolución Libertadora

El 23 de julio de aquel año, Ihor Yemchuk y Heorhiy Zhylin dominaron la carrera los primeros 1000 metros, pero se encontraron con la sed de victoria albiceleste. Con poco para perder, Cappozzo y Guerrero conquistaron la única medalla de oro nacional de la disciplina, con 25 metros de distancia sobre sus perseguidores y un tiempo de 7 minutos, 32 segundos y 2 décimas.

El Museo Naval Argentino cuidó como una reliquia la embarcación que utilizaron Cappozzo y Guerrero en los Juegos Olímpicos.

Al regresar, los vencedores, que lograron forjar una linda amistad, jamás volvieron a competir juntos y las turbulencias políticas tuvieron mucho que ver con aquel desenlace. Luego del derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955, la autoproclamada Revolución Libertadora inició un proceso de veto que alcanzó a varios atletas y que incluyó, entre ellos, a los que se alzaron con la máxima presea.

De hecho, el nacido en Norteamérica tenía previsto volver al ruedo en los Juegos de Melbourne 1956, pero su deseo quedó trunco. Para colmo, ningún otro miembro de la delegación albiceleste volvería a colgarse una medalla de oro hasta Atenas 2004, cuando la Generación Dorada de básquet y el fútbol le dieron una alegría a la gente. La hazaña de aquellos remeros -Cappozzo falleció en 2003 y Guerrero murió en 2015- sigue marcada a fuego en la historia del deporte argentino.