El Obispo en Loreto: un llamado a la Esperanza y a la Evangelización en el año jubilar


La fe se vivió intensamente en Misiones durante este fin de semana, ya que se celebró la 24ª Peregrinación Diocesana al Santuario de Nuestra Señora de Loreto, bajo el lema «Con María, camino de esperanza, vamos a Loreto».

El compromiso de los miles de peregrinos fue visible en los distintos caminos recorridos. Desde el sábado, cientos de caminantes partieron de puntos como Posadas, Garupá, y Leandro N. Alem, realizando la tradicional travesía nocturna.

A estos se sumaron los biciperegrinos y la travesía náutica. El sacrificio y la devoción fueron constantes en las largas horas de camino, donde la Policía de Misiones y Gendarmería brindaron seguridad y asistencia a los grupos. El esfuerzo de los fieles fue un testimonio de esperanza viva, culminando en la llegada al santuario durante la madrugada y mañana del domingo.

La Santa Misa en el Santuario de Nuestra Señora de Loreto se vistió de especial significado, marcando la vigésima cuarta peregrinación diocesana y celebrando el Año Jubilar de la Esperanza. El Obispo, al iniciar la homilía, destacó la alegría de compartir la fe:

«En el saludo inicial manifestamos la especial especial alegría de poder estar compartiendo esta Eucaristía. Nuestra vigésima cuarta peregrinación aquí al santuario de Nuestra Señora de Loreto. Qué gozo el poder celebrar así de esta manera, como pueblo de Dios, expresado de tan diversas maneras en esta celebración y también en comunión con tantas otras gentes que nos están siguiendo por los medios de comunicación que nos acompañan.»

Monseñor Martínez honró la memoria de los Santos Mártires, señalando que la peregrinación es un acto que «celebra la evangelización. La razón de ser de la Iglesia, en estos 2000 años, es evangelizar». El compromiso cristiano, debe vivirse como «una vocación y como una misión». El obispo fue enfático al abordar las dificultades del presente:

«Nos esperan tiempos difíciles. Nos van a esperar tiempos exigentes. Donde ser cristianos para muchos será un obstáculo… Pero nosotros nos fortalecemos en Él

El espíritu de la Jornada Mundial por los Pobres, celebrada este mismo domingo, fue el eje de su llamado a la caridad, la cual definió como el «fuerte de la Iglesia». Monseñor Martínez invitó a cambiar la perspectiva sobre la pobreza, citando una frase que resuena con la enseñanza del Papa: «Los más pobres no son meros objetos de compasión. Ellos son maestros del Evangelio. No se trata de llevarles a Dios, sino de encontrarlo a Dios entre ellos». De esta manera, exhortó a los presentes a «renovar nuestro compromiso como cristianos».

Escuchá la homilía completa de Mons. Martínez:

Reflexiones del obispo en su homilía:

«En el saludo inicial manifestábamos la especial alegría de poder estar compartiendo esta Eucaristía, nuestra vigésima cuarta peregrinación a aquí, al santuario de Nuestra Señora de Loreto.

Qué gozo el poder celebrar así, de esta manera, como pueblo de Dios, expresado de tan diversas maneras en esta celebración y también en comunión con tantas otras gentes que nos están siguiendo por los medios de comunicación que nos acompañan.

En medio de todo esto queremos darle especialmente gracias a quienes nos acompañan: al ministro de gobierno, Marcelo Pérez, al intendente, al comisario general de la provincia, a la subsecretaria de culto, intendentes, ministros, tanta gente que quiere acompañarnos, gracias, junto al pueblo de Dios.

Venimos acá todos, en realidad, como peregrinos. Y han venido de diversas maneras, van recreando maneras nuevas también, hay que decir. Están los peregrinos que de distintos lugares han salido caminando desde ayer a la tarde, los ciclistas que nos impresionan realmente también, cómo vienen. Bueno, todos los náuticos, recién les hicimos una bendición también a ellos. Algunos que trotan, que vienen trotando, y aquí estamos. Están los sacerdotes, los diáconos, la vida consagrada y el pueblo de Dios, los laicos, todos ustedes que expresan nuestras comunidades, parroquias, tantos lugares.

Digo, llegamos como peregrinos y quiero subrayar estos acontecimientos. En este día tan peculiar, que es nuestra peregrinación, pero este año con la particularidad de que es una peregrinación jubilar, es nuestro Año Jubilar. Y eso implica que es un año de especial gracias, donde Dios quiere obrar su misericordia. Y con esta palabra que es como contundente, como año de la esperanza. Tenemos esperanza.

Queremos estar de pie. Muchas veces parecería que nos gana la desesperanza. Pero es un don de Dios. Es un don de la fe, la esperanza y la caridad. Son las virtudes teologales. Dios obra la esperanza. Nuestra esperanza se expresa en la peregrinación, porque caminamos hacia la casa de nuestra madre. Pero como pueblo de Dios somos un pueblo peregrino, que en la esperanza nos encaminamos al encuentro definitivo con nuestro Padre Dios. Con este nombre difícil le decimos: la esperanza es escatológica, queremos encontrarnos con Él. Y por eso nunca bajamos los brazos.

Nos reúne una jornada hoy especial: se celebra en toda la Iglesia la Jornada Mundial por los Pobres justamente en este domingo y, obviamente, unimos nuestras peticiones a todos, pero especialmente a tantísimos hermanos pobres cada vez más en un mundo que va teniendo como la principal grieta a algunos que tienen mucho y a muchos que tienen muy poco. Por eso queremos hoy también poner esta petición.

Todo esto lo hacemos en el día en que celebramos a nuestros Santos Mártires. Es sorprendente, estamos celebrando siglos de evangelización. A través de los 400 años en nuestras tierras. No falta mucho para los 400 años de aquí, de Loreto, en la memoria de estas comunidades del Padre Montoya, viviendo acá, caminando en este suelo. Por eso es emblemático todo esto. Por eso celebramos, cuando celebramos hoy a los mártires, celebramos la memoria, pero queremos, y esto es lo que quiero subrayar, celebramos la evangelización. Esta palabra, hoy, la razón de ser de la Iglesia en estos dos mil años, es evangelizar.

Acá, tantísima gente está, de diversas maneras, en sus comunidades, parroquias, movimientos, escuelas, y son evangelizadores. Pero queremos subrayar aquí que, cuando venimos a la Casa de nuestra Madre, venimos en este Año Jubilar para renovar nuestro compromiso como cristianos.

Eso quisiéramos renovar en esta Eucaristía, porque estamos bautizados y estamos llamados a ser testigos en la evangelización. Hoy lo tenemos mucho más claro: no solo los sacerdotes o las religiosas, todos estamos llamados a evangelizar.

Evangelizar implica…, podemos evangelizar si vivimos nuestra vida como una vocación y como una misión. Importante, como una vocación y una misión. Vocación porque Dios te llama para esto, y ahí tendremos que preguntarnos si queremos responder a este llamado que Él nos hace. Sí, cada uno desde su lugar, pero podremos vivir nuestra vocación si nos amigamos con Él, con Jesucristo, si lo tenemos en nuestro corazón. Podremos vivir nuestra misión, que está cargada de sentido.

¡Cuánto hace falta que entendamos esto en un mundo que se va siendo individualista, con tantas adicciones al poder, al tener! Formas que de alguna manera van mundanizando nuestro corazón, alejándonos del camino que nos da verdadero sentido a la vida.

No es fácil evangelizar en el mundo de hoy. Nunca fue fácil. Pero venimos a alimentarnos del compromiso de vida que tuvieron San Roque, San Juan, San Alonso. Ellos anduvieron por estas tierras cuando no había ni rutas ni caminos, andaban por los ríos. Y no se dieron por vencidos, como Roque González, fundador de la Anunciación de Itapúa, primera fundación de Posadas en 1615. Le duró un tiempo, y le fue mal. Enfermedades, contratiempos, tuvieron que irse para el otro lado de Encarnación.

Había motivaciones en ellos. Podrían haber dicho: “ya está, hicimos todo lo que pudimos”. Pero, por el contrario, se reanimaron, cruzaron el Paraná y siguieron evangelizando, fundando comunidades. Nunca se achicaron. Y murieron mártires, los mataron. El Evangelio nos ayuda a pensar en la evangelización:

“Antes de todo eso los detendrán, perseguirán, entregarán en las sinagogas, serán encarcelados, los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi nombre. Y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí”. No es fácil evangelizar y ser fiel en nuestro corazón para anunciarlo a Él. No bajemos los brazos. No nos esperan tiempos fáciles. Nos van a esperar tiempos exigentes, donde ser cristianos para muchos será un obstáculo; para muchos seremos un obstáculo, pero nosotros nos fortalecemos en Él.

Un tiempo individualista donde amar costará, dar el corazón, sin embargo, será el fuerte de la Iglesia: la caridad. Es ahí donde nosotros tendremos que estar. Dicho esto, en el día de la Jornada Mundial por los Pobres, que la Iglesia celebra en todas las Eucaristías, en todos lados, los cristianos tendremos que tener en nuestro corazón siempre a los más necesitados, que estén todos, pero sobre todo que encontremos a Cristo en ellos.

El Papa León nos dice en su última encíclica que los más pobres no son meros objetos de compasión, sino que ellos son maestros del Evangelio. No se trata de llevarles a Dios, sino de encontrar a Dios entre ellos, porque Jesucristo nos dice que está en el que tiene hambre, está en el preso, en el enfermo, en los que necesitan. Ahí está Dios. Si los cristianos no entendemos esto, no podemos evangelizar bien.

Por eso le pedimos, en este día, acá en la Casa de nuestra Madre, le pedimos a Roque, Juan y Alonso que tengamos un corazón con fortaleza, con amor, con misericordia, porque el amor nos sana. Cuando nos donamos, tenemos esperanza, especialmente para aquellos que más necesitan. Y ahí nos reconocerán que somos la Iglesia. Y ahí podremos decir que somos testigos de la esperanza, o en general que nos ganemos la gracia judía de la misericordia, y que eso nos haga mantenernos de pie aún en medio de las dificultades».