“El Evangelio se hace carne en las periferias”: el testimonio del padre Daniel y su misión en el Hogar de Cristo


En el Día del párroco, el sacerdote compartió su vocación, desafíos pastorales y una mirada humana sobre la realidad de los más vulnerables.

En una extensa y conmovedora entrevista con Radio Tupambaé, el padre Daniel Pesce—párroco de la comunidad San Benito— abrió su corazón para compartir su camino vocacional, su entrega al servicio de los más vulnerables y su experiencia pastoral en el Hogar de Cristo, una iniciativa que acompaña a jóvenes atravesados por situaciones extremas como el consumo problemático, la violencia y el abandono.

Con humor, cercanía y una profunda espiritualidad, el sacerdote relató cómo asumió este desafío pastoral: “Aceptar trabajar con los Hogares de Cristo no es para cualquiera. Dios da carismas y elige. Hay que tener vocación, paciencia y mucha fe”.

 

Lejos de idealizaciones, describió la crudeza del trabajo: “Cuando recibís un pibe quebrado, con una historia muy dura, te encontrás con un mundo hecho pedazos. Pero ahí está el desafío: devolverle la mirada, la dignidad, la esperanza. Y eso, aunque a veces duele, vale la pena. Lo haría 150 veces más”, afirmó con convicción.

En un pasaje muy emotivo, recordó cómo la parroquia fue abrazando el trabajo del Hogar: “Había miedo de que los chicos ‘coparan’ la parroquia y la gente se fuera. Pero pasó todo lo contrario. La comunidad los recibió con los brazos abiertos. Recuerdo a Paulina, referente de la Renovación Carismática, que al final de la misa les dio la bendición en la frente a cada uno. Fue un gesto que me marcó”.

Uno de los aspectos que más destacó fue el esfuerzo por reconocer la identidad de cada joven: “No son ‘los del hogar’, tienen nombre y apellido. Y eso los humaniza. Cuando llamás a alguien por su nombre, le das existencia”.

En otro tramo, el padre Daniel se refirió a su formación y su experiencia como bombero voluntario en Paraguay durante la pandemia, cuando brindaba también acompañamiento espiritual a quienes trabajaban en condiciones extremas. “Fue una experiencia dolorosa, pero profundamente humana”, expresó.

Contó también su camino vocacional: nacido en Morón en 1985, fue parte del Colegio Parroquial San José, donde conoció a la Congregación de San Miguel Arcángel. “Siempre tuve dos pasiones: la Iglesia y el club Deportivo Morón. Pero hubo una mujer que me marcó: Ángela Murano, una laica que dejó todo por los chicos de la villa. Ahí sentí el llamado. Y un cura polaco me ayudó a discernir con libertad”.

Su carisma misionero lo llevó a elegir servir en las periferias, trabajando con jóvenes vulnerables, en sintonía con la espiritualidad de su congregación: “Nuestro fundador atendía a chicos abandonados en tiempos de alcoholismo y pobreza en Polonia. Hoy, si estuviera vivo, fundaría el Hogares de Cristo. Siento que estoy respondiendo a ese legado”.

También agradeció al obispo de Posadas, monseñor Juan Rubén Martínez, por abrirle las puertas y acompañar esta misión: “Estoy eternamente agradecido. Si no hubiera sido por su respaldo, hoy no estaríamos levantando pibes de la calle. Él tiene esa gracia de agarrar ‘fierros calientes’ que otros esquivan”.

Finalmente, en un tono reflexivo y conmemorativo, el sacerdote recordó al beato Enrique Angelelli, mártir de la Iglesia argentina, a 49 años de su asesinato. “Él fue una voz profética que caminó con su pueblo, con un oído en el Evangelio y otro en el pueblo. Su ejemplo nos inspira a seguir trabajando por una Iglesia que no le teme a ensuciarse los pies en el barro”.

Una misión compartida

El testimonio del padre Daniel visibiliza no solo una vocación personal, sino una manera concreta de ser Iglesia, encarnada en la realidad y al servicio de quienes muchas veces son descartados. Su trabajo, junto al equipo del Hogar de Cristo y con el acompañamiento de la comunidad parroquial, es una muestra viva de que la fe, cuando se hace compromiso, puede transformar vidas.