Del peligro del maligno y de convertirnos en sus cómplices nos salva la humildad, afirma el Papa Francisco


En la Audiencia General de este miércoles, el Papa Francisco abordó una virtud esencial para la vida cristiana: la humildad. En su discurso a los fieles congregados en la Plaza de San Pedro del Vaticano, destacó cómo esta cualidad actúa como un antídoto frente a la soberbia, el vicio más pernicioso que acecha al ser humano.

El Pontífice advirtió sobre los peligros de la arrogancia, que hincha el corazón humano y distorsiona la percepción de uno mismo. Frente a esta tendencia, la humildad coloca cada cosa en su justa dimensión, recordándonos nuestra naturaleza limitada pero maravillosa, con virtudes y defectos.

En palabras del Papa Francisco, la humildad es el fundamento de otras virtudes como la mansedumbre, la misericordia y la pureza de corazón. Es la puerta de entrada a todas las virtudes, y encuentra su máximo ejemplo en la figura de la Virgen María, quien, a pesar de ser elegida para una misión extraordinaria, nunca cayó en la jactancia.

El Santo Padre destacó que la humildad no solo es un rasgo personal, sino un factor crucial para la paz en el mundo y en la Iglesia. Donde no hay humildad, advirtió, hay guerra, discordia y división. Asimismo, subrayó que la humildad nos protege del maligno y evita que nos convirtamos en sus cómplices.

Al concluir su catequesis, el Papa Francisco hizo un llamado especial a la solidaridad con los más vulnerables, especialmente aquellos afectados por la guerra, y solicitó oraciones por el aumento de vocaciones y por la paz en el mundo, destacando la situación de países como Ucrania, Palestina, Israel y Myanmar, inmersos en conflictos devastadores. Con información de ACI Prensa (Almudena Martínez-Bordiú)