¿Creer o no creer?


Muchas veces me he debatido ante la posibilidad de creer o no creer. Y es que cuando la vida nos sacude, la fe es puesta a prueba y nos vemos, de pronto, frente a una gran encrucijada. Del lado izquierdo se muestra el camino racional de la fe. Del lado derecho se muestra el camino de encuentro hacia Dios, que difícilmente la razón alcanza, pero en sí mismo se explica. Me atrevería entonces a decir que el primer camino conduce al segundo y ambos se entrelazan en algún punto. Vamos a intentar explicarlo mejor…

Cuando “voluntariamente” decido creer, haciendo uso de la razón, busco insistentemente la respuesta que sustente mi creencia, aquello en lo que creo; en el caso del catolicismo, la encontramos en la verdad revelada por medio de la figura de Jesucristo, hijo de María Inmaculada y de su padre adoptivo, José, que resucita al tercer día según las escrituras. Y sucede entonces que aquella verdad “revelada” se actualiza en nuestro contexto para encontrarse junto a Aquel hombre en quien el Dios mismo ha decidido encarnarse, por amor a nosotros.

Dijo San Juan Pablo II en una de sus frases más poéticas: “El amor me ha explicado todas las cosas” y también se lo explica a usted que me lee y a mí. Con mucha frecuencia buscamos explicaciones a los hechos de nuestra vida, personales, familiares, sociales, comunitarios, eclesiales, y a veces no llegamos a comprender bien porque la lógica del amor divino quiebra todos nuestros esquemas para abrir caminos de renovada esperanza.

Me crié en una dinámica familiar en la que jamás encajé. Nadie creía en nadie, por lo que toda idea preconcebida sobre el amor resultaba un paradigma. Así que, en medio de aquel contexto irracional y desesperanzador, decidí creer en la posibilidad de que todo podía “hacerse nuevo” desde el amor, solo si estaba presta a luchar por ello. El sistema de creencias que intentaban imponerme no era congruente con aquello que comenzaba a anidarse en mi interior como fuente de gracia.

Creí, entonces, en la posibilidad de formar una nueva familia en la que sí sería posible tomarnos de las manos, mirarnos a los ojos y confiar unos en otros. Creí también en una comunidad capaz de albergar todo anhelo de justicia y paz.

Y sucedió que la verdad del resucitado hizo “nuevas” todas las cosas, para reconciliar lo irreconciliable.

 

 

 

 

Isabella Orellana
Esposa. Mamá. Locutora Católica Venezolana.