Carta Pastoral de Cuaresma de Mons. Martínez


«SER CRISTIANOS TODO EL TIEMPO»

«Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40)

Queridos hermanos y hermanas:

Iniciamos el tiempo de Cuaresma como tiempo de gracia y penitencia que nos prepara a celebrar el misterio central de nuestra fue que es la Pascua. Nuestra fe está centrada en la persona de Jesucristo el Señor de quien queremos ser discípulos y misioneros y nos lleva a revisar nuestra vida y espiritualidad a la luz del seguimiento de Aquel en quien creemos, Aquel que se hizo uno de nosotros para salvarnos y que quiso revelarse para que comprendamos que nuestra vida está cargada de sentido y que todos los bautizados tenemos una vocación y una misión. En la Pascua celebramos el misterio del amor de Dios, de un Dios cercano que se hizo hombre, de Jesucristo el Señor que por nosotros murió y resucitó. En estas semanas de Cuaresma, a través de la espiritualidad de la liturgia, nos disponemos a renovar nuestra fe, esperanza y caridad.

La Cuaresma es un tiempo de gracia que nos permite revisar nuestra vida cristiana y cómo vivimos el seguimiento a Cristo el Señor tanto en lo personal como en nuestras comunidades. En esta carta quiero pedir que revisemos cómo asumimos concretamente un aspecto esencial de nuestra condición de cristianos que es la caridad y nuestro compromiso con los más pobres. El versículo que inicia esta carta nos dice: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40). Esta sentencia que Jesucristo el Señor nos da es la conclusión de la enseñanza sobre el juicio final: «Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver […]Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”» (Mt 25, 34-36.40).

La Cuaresma nos regala la posibilidad que desde la gracia de este tiempo litúrgico fuerte podemos revisar nuestras vidas tanto en lo personal como en nuestras familias y comunidades.

Si la caridad es un componente esencial de nuestra vida cristiana, sin la cual vaciaríamos el sentido y el contenido de nuestra fe discipular, será clave que revisemos nuestra relación y disponibilidad para con todos, pero especialmente para con nuestros hermanos y hermanas más pobres. Si esto siempre ha sido una exigencia del Evangelio, hoy, más que nunca, tendremos que revisar nuestros criterios y actitudes en las coyunturas de nuestra Patria donde el flagelo de la pobreza crece gravemente y nos exige acentuar nuestro compromiso discipular y profético con nuestros hermanos y hermanas que sufren el daño y la omisión de una justicia largamente esperada.

Esta reflexión cuaresmal sobre cómo concretizamos el amor a Dios y a los hermanos, sobre todo a los más pobres, la hacemos en el contexto de nuestra próxima Asamblea diocesana y sinodal que viviremos el 20 de junio en el Instituto Montoya. Quiero recordar que la Asamblea es un momento de encuentro como Pueblo de Dios para rezar, discernir y orientarnos juntos desde el Espíritu Santo que es el que acompaña a la Iglesia, y, en este caso, a la Iglesia particular de nuestra diócesis. Es parte de un camino sinodal que venimos realizando desde hace muchos años y que hoy acentuamos

uniéndonos a las propuestas de la Iglesia universal, fortaleciendo nuestra condición de sinodalidad en todas nuestras comunidades.

Queremos que la preparación cuaresmal para la Pascua, que implica un camino de conversión, nos sirva comunitariamente como Pueblo de Dios para la preparación de nuestra próxima Asamblea sinodal de junio que tiene como lema: «Hacia una Iglesia pobre, para los pobres». Desde ya que el tiempo cuaresmal como preparación a la celebración de la Pascua, como todo el tiempo previo a la Asamblea sinodal, es una oportunidad para revisar tanto en lo personal como en nuestras comunidades, si todos los bautizados que formamos parte del Pueblo de Dios entendemos que todos tenemos una vocación y una misión. El evangelizar, el salir, el ir a las periferias geográficas y existenciales y privilegiar a los más pobres y excluidos es un llamado que es constitutivo de nuestra condición de cristianos.

En esta reflexión tenemos que señalar que es importante realizar un examen de conciencia cuaresmal porque nos sucede que, por distintos motivos, a veces la rutina o lo urgente de las coyunturas, hace que nuestra condición de cristianos no nos implique en la cotidianidad de la vida y parece que nuestro ser cristiano lo vivimos en «ocasiones» cuando vamos a una misa a cuando hacemos una ofrenda ocasional.

También para los cristianos que son agentes de pastoral en las comunidades, tanto parroquiales como en los diversos movimientos, es muy frecuente que la mirada se centre casi exclusivamente en mejorar las sedes parroquiales, sus edificios o templos y se omita que la parroquia o el movimiento tiene siempre que tener una índole evangelizadora que privilegie las periferias tanto geográficas como existenciales. Obvio que los sacerdotes y consagrados, pero también los laicos deben revisar si su ser cristiano lo viven con un compromiso misionero y samaritano. Esto no es para algunos, todos los bautizados necesariamente desde su vocación y misión tienen que vivir esta dimensión misionera y samaritana donde desde la caridad, los más pobres y excluidos estén incluidos en nuestro corazón y estilo de vida.

Un buen examen de conciencia cuaresmal nos puede ayudar a que nos preguntemos aquello que tan contundentemente nos enseña Jesucristo el Señor: «porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver […]Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”» (Mt 25, 35-36.40).

Como un gesto penitencial que exprese la búsqueda de conversión personal y comunitaria, como diócesis, todos los años realizamos la colecta cuaresmal que llamamos «del 1%». Proponemos compartir con nuestros hermanos más necesitados por lo menos el uno por ciento del total de nuestro ingreso. Con este gesto expresamos la reflexión de esta carta cuaresmal que invita a compartir mediante un gesto de caridad concreta. La fecha en que realizaremos esta colecta es el fin de semana del 9 y 10 de marzo. Esta ofrenda estará destinada especialmente a aquellos hermanos necesitados a quienes se ayudará a construir casas o mejorar techos, pisos o letrinas. Con esto obviamente no solucionaremos el problema de la vivienda de tantos hermanos, pero como diócesis realizamos un gesto concreto de caridad y justicia.

Al finalizar esta carta cuaresmal pidamos a Dios que estas semanas podamos asumirlas como una nueva oportunidad de «volver a Dios» y con humildad podamos revisar cómo vivimos nuestra fe en Él y cómo la expresamos en el compromiso para con nuestros hermanos.

El tiempo cuaresmal nos ayudará a revisarnos desde el amor que Dios nos tiene con la certeza de que, si volvemos a Él, nos recibirá con un abrazo de Padre como al hijo pródigo. Abrazados por su amor somos plenos y podemos ser testigos de la Pascua y de la Esperanza.

Les envío un saludo cercano como Padre y Pastor.

Mons. Juan Rubén Martínez – Obispo de Posadas

Miércoles de ceniza, 14 de febrero de 2024.