En la tarde del viernes 20 de junio, la comunidad diocesana se congregó en el Santuario de Loreto para vivir con emoción la Santa Misa de Admisión a las Sagradas Órdenes, donde los seminaristas Walter Florentín, Matías Mariano y Martín Molina fueron oficialmente admitidos como candidatos al sacerdocio, dando un importante paso en su camino vocacional. La Eucaristía fue presidida por Mons. Juan Rubén Martínez.
Durante su homilía, el obispo diocesano expresó su agradecimiento por las vocaciones y subrayó el profundo sentido espiritual de la celebración. Recordó los orígenes del Seminario Mayor en 2002 y destacó que la admisión es un paso formal que reconoce la solicitud de los seminaristas en su camino hacia el presbiterado. Además, hizo un llamado a rezar por las vocaciones sacerdotales, enfatizando que el sacerdocio no busca éxito ni comodidad, sino donación y entrega, siguiendo el ejemplo de Cristo. Al finalizar, invitó a la comunidad a continuar acompañando con oración a los seminaristas, subrayando que «ahí está el corazón de la diócesis: en el seminario, en los jóvenes que se animan a decirle sí al Señor.»
En su mensaje a los fieles, monseñor Martínez expresó el profundo sentido espiritual de esta celebración. “Qué lindo es celebrar la Eucaristía en este lugar, la Tierra de María, nuestro Santuario de Loreto. Hoy damos gracias a Dios por muchas cosas, especialmente por las vocaciones y por nuestro seminario”, señaló. Y explicó que la admisión es un paso formal y público en el que la Iglesia acoge la petición de aquellos seminaristas que, tras un tiempo de formación, desean encaminarse hacia el presbiterado.
El obispo recordó los inicios del Seminario Mayor diocesano en el año 2002, en paralelo al fortalecimiento del Santuario de Loreto como Centro de Espiritualidad y lugar de peregrinación. “Desde ese tiempo —afirmó— María ha sido guía e intercesora. Le agradezco especialmente a Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás, a quien le pido siempre por las vocaciones, incluso con números. Y Dios responde generosamente.”
En otro pasaje de la predicación, monseñor hizo un llamado a rezar por las vocaciones sacerdotales. “El mundo no entiende la vocación sacerdotal, porque es una propuesta exigente: no se trata de éxito o comodidad, sino de donación, de entrega, de amar al estilo de Cristo. Sólo cuando nos donamos por amor podemos alcanzar la plenitud”, reflexionó. Y añadió: “No damos testimonio de nuestra perfección, sino del amor de Dios que actúa incluso en nuestras debilidades”.
La celebración culminó con una fuerte invitación a toda la comunidad a continuar acompañando y sosteniendo a los seminaristas con la oración, especialmente a Walter, Matías y Martín, quienes fueron protagonistas de esta jornada de fe y esperanza. “Ahí está el corazón de la diócesis —dijo el obispo—: en el seminario, en los jóvenes que se animan a decirle sí al Señor.”
La Santa Misa de Admisión renovó el compromiso de toda la Iglesia local con las vocaciones y reafirmó el deseo de seguir sembrando, con confianza en la Providencia, nuevas respuestas al llamado de Dios.