Arranca la Eurocopa, la fiesta del fútbol europeo


En los últimos cien años, Alemania lo ha sido todo. Estuvo en el bando equivocado en la I Guerra Mundial, y la perdió. Provocó la segunda, que también acabó perdiendo, y por el camino dejó el mayor holocausto de la historia. Luego, el país se dividió en dos durante la Guerra Fría, hasta que el 9 de noviembre de 1989 echaron abajo el muro de Berlín. A partir de entonces, se convirtió en la locomotora de Europa, que es lo que ha sido durante los últimos treinta años, pero ya no lo es tanto. O, directamente, no lo es.

La pandemia, la inflación y, sobre todo, la crisis energética provocada por la Guerra de Ucrania, han fracturado la economía germana. Y el sentimiento democrático de muchos de sus ciudadanos, que vuelven a abrazarse a una extrema derecha que desde el pasado domingo ya se ha instalado como la segunda fuerza política del país. Peligro.

En este contexto de inestabilidad económica y social, Alemania abre sus puertas a Europa para convencerles que siguen siendo el referente adecuado para un continente cada vez más dividido y polarizado entre radicalismos de uno y otro bando. Lo hace a través del fútbol como nexo de unión, como tantas otras veces en la historia, pero su impacto para generar alianzas tiene sus límites. Al menos, durante el próximo mes, el balón hará que la gente en Europa mire hacia los campos de fútbol y deje su rabia y su odio en estado de hibernación. Con el permiso de los ultras, claro. Ahí siguen, aunque crean que solo quedan sus cenizas. Veremos si están por la labor de dar la nota.

Partido inaugural

Esto empieza hoy, en el Allianz Arena Múnich, con un Alemania-Escocia. Y acabará el domingo 14 de julio, en el Olímpico de Berlín, con Francia, otro país entregado a la ultraderecha, como la gran favorita para ser una de las dos contendientes de la final y llevarse el título. En total 51 partidos (no habrá tercer y cuarto puesto), 24 selecciones, diez sedes y un país anfitrión inquieto por lo que pueda pasar. Hasta los acentos y las eñes les tienen intranquilos.

Porque Alemania ha sido muchas cosas desde el pasado siglo, pero lo que jamás ha cambiado es su mente cuadriculada. Aquí ‘nein’ es ‘nein’, y atrévete a decir lo contrario. Un servidor, como tantos otros compañeros de la profesión, ha tenido que lidiar con el exceso de celo por las tildes y esa virgulilla encima de la n que convierte la letra en ñ. Imposible recibir la acreditación a la primera si el nombre o apellido de tu perfil en la UEFA no coincidía escrupulosamente con el de tu pasaporte, inclusive acentos y eñes. Explícale tú a un alemán que el castellano tiene esa idiosincrasia. ‘Nein’.

Fuente: ABC