La Diócesis de Posadas celebró un hito de fe este 21 de noviembre, al acoger la profesión de votos perpetuos de la laica María Fausta Ramírez, quien se consagró en la comunidad de las Consagradas Diocesanas Custodias del Santísimo Sacramento. La ceremonia, presidida por el Obispo en la Parroquia «Jesús Misericordioso», coincidió significativamente con la Memoria de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María.
En su homilía, el Obispo enfatizó que este acto de consagración es un acontecimiento esencial y muy profundo en el orden de la salvación. Contrapuso la intensidad de la fe interior al ruido del mundo, asegurando que este «Sí» es fruto de un llamado de Dios y opera en el orden de la gracia, siendo el testimonio de la comunidad de laicas consagradas un recordatorio para todos los cristianos de que la vida debe estar cargada de sentido y es una misión.
También profundizó en el significado de la entrega, remarcando que esta vocación no surge de la perfección personal, sino que es «claramente de un llamado de Dios» y una gracia. Insistió en que, aunque el mundo pueda no darle la misma visibilidad que a otros acontecimientos, este «Sí» de consagración es un acontecimiento intenso y esencial porque se inscribe en el orden de la salvación y la gracia divina. De ahí que la celebración fuera, ante todo, un acto de acción de gracias por el don que Dios concede a María Fausta y a la Iglesia Diocesana.
El obispo también clarificó la naturaleza de la vocación de laica consagrada, destacando que su compromiso se vive «en el mundo» y no en el claustro. María, a través de sus votos de pobreza, castidad y obediencia, se convierte en un testimonio visible del Evangelio en la vida ordinaria, el trabajo y las relaciones sociales. El Obispo subrayó que esta entrega busca que «todos los laicos» puedan sentir que su propia vida, con sus dificultades y grandezas, está «cargada de sentido» y es una vocación, recordando que los verdaderos discípulos son aquellos que «cumplen la palabra de Dios».
El Rito de la Profesión comenzó con la presentación de María ante el Obispo, a quien leyó su petición. Al ser consultada si deseaba consagrarse «más íntimamente» a Dios, abrazar y observar para siempre la vida de «perfecta continencia, obediencia y pobreza», y si buscaría la perfecta caridad en el «servicio de la Iglesia Diocesana», María Fausta respondió tres veces con un firme «Sí, quiero».
Posteriormente, con la profesa postrada, se elevaron las Letanías de los Santos. Finalizadas las súplicas, María se acercó al Obispo para leer en voz alta su fórmula de profesión:
«Hoy, yo, María Fausta Ramírez ratifico mi compromiso bautismal y me consagro a Jesucristo para todos los días de mi vida. Me comprometo a seguir sus enseñanzas con votos de obediencia, castidad y pobreza para toda mi vida… Disponible a la Iglesia Diocesana y al Obispo, viviendo el desprendimiento… porque no tengo aquí cuidad definitiva, sino que soy ciudadana del cielo, que busca el Reino de Dios y su justicia».
El rito culminó con la Oración de Consagración y la entrega del anillo, alianza esponsal con Cristo. Al entregarlo, el Obispo le recordó: «Recibe el anillo, pues eres esposa del Rey Eterno; conserva intacta la fidelidad a tu Esposo para que seas admitida al gozo de las nupcias eternas», a lo que la consagrada respondió: «Amén».
La Santa Misa continuó de forma acostumbrada y concluyó con la Bendición Solemne.


