La Iglesia y los desafíos contemporáneos: vocaciones, comunidad y la lucha contra las adicciones


En el marco de la celebración de San Alberto Magno en la comunidad miguelina, el padre Daniel Pesce conversó con Radio Tupambaé sobre la importancia de la fe, la vida sacerdotal y los desafíos que enfrenta la Iglesia hoy. La charla tuvo lugar mientras se acercaba la peregrinación a Loreto, un evento que, según Pesce, es “una demostración de fe, siempre en el marco de la seguridad, con el acompañamiento de instituciones estatales”.

El sacerdote destacó que, aunque él no participa del recorrido, el padre José de San Alberto, lo representa llevando las oraciones de la comunidad. “Hoy estamos celebrando como comunidad y damos la posibilidad a los feligreses de peregrinar un día antes de la festividad, un momento de alegría y unión”, señaló.

Durante la entrevista, Pesce presentó también al padre Renato, un joven sacerdote paraguayo recién ordenado, quien se encuentra de visita en las parroquias de la congregación. Renato explicó que esta tradición busca conocer las comunidades donde la congregación trabaja y fortalecer los lazos con los feligreses. “Estamos en constante movimiento y aprendizaje, mirando cómo podemos servir mejor”, comentó.

Vocaciones y desafíos del sacerdocio

Sobre las vocaciones religiosas, Pesce reflexionó sobre la importancia del discernimiento: “A veces, muchos ingresan con entusiasmo, pero deben descubrir cuál es su verdadera misión. No todos completan la formación, y eso no es un fracaso; es parte del camino”. Señaló que tanto el matrimonio como la vida consagrada requieren maduración, y que los errores o cambios de rumbo son parte de la humanidad del sacerdote.

El padre enfatizó la necesidad de acompañamiento comunitario: “El sacerdote necesita el apoyo de su comunidad, tanto espiritual como humano. La Iglesia no se construye solo con el sacerdote, sino con la participación activa de todos”.

Adicciones y estado paralelo

En otro tramo de la conversación, Pesce abordó un tema que preocupa tanto a la Iglesia como a la sociedad: las adicciones y la violencia vinculada al narcotráfico. En referencia a experiencias nacionales e internacionales, destacó que “muchos jóvenes caen en manos del narco por falta de oportunidades laborales y educativas. Es un estado paralelo donde el control lo tiene el crimen organizado y no el Estado”.

El sacerdote insistió en la complejidad del problema: “No podemos juzgar desde afuera. Los chicos que ingresan a estas redes muchas veces están amenazados, al igual que sus familias. Salir no es una opción segura; la expectativa de vida en estos contextos es muy corta”.

Pesce subrayó la labor de la Iglesia en estos barrios, destacando la necesidad de acompañamiento, prevención y trabajo comunitario: “Estamos pisando el barro, conociendo los dolores de la gente. No se trata de confrontar al gobierno, sino de atender la realidad concreta que vive nuestra sociedad”.

“La sociedad no puede mirar hacia otro lado”: justicia social y acompañamiento

El sacerdote reflexionó sobre cómo las tragedias son a menudo utilizadas políticamente, banalizando el dolor de las familias y fomentando la morbosidad social. “Yo tenía la suspicacia de que esto podría ser usado en campaña, pero gracias a Dios no sucedió. Manosear las vidas y tragedias históricas con fines políticos es cruel”, afirmó.

Destacó que la sociedad tiene una responsabilidad colectiva frente a los más vulnerables. “Ningún niño nace destinado a la marginalidad. En los barrios más desfavorecidos, muchas veces los jóvenes sólo conocen caminos de supervivencia que no elegimos ofrecerles. Como sociedad, fracasamos si no les damos alternativas”, subrayó.

Habló también sobre la importancia de la empatía y la acción concreta de la Iglesia: desde el Hogar de Cristo hasta las parroquias, el objetivo es acompañar, levantar a quienes han sido vulnerados y brindar esperanza. “No podemos cambiar la vida de todos, pero sí poner el hombro, respaldarnos y crear oportunidades para quienes más lo necesitan”, explicó.

Finalmente, recordó que la misión no es solo combatir problemas estructurales como el narcotráfico, sino acompañar a los heridos y brindarles una vida posible sin violencia ni drogas: “Es la lucha de David contra Goliat: no podemos terminar con el monstruo, pero sí ayudar a levantarse a los caídos y demostrarles que hay vida, esperanza y perdón”.