Las apuestas online, una tormenta perfecta


Los teléfonos inteligentes se han convertido en computadoras más poderosas que la que se usó para construir la bomba atómica. Este avance tecnológico también ha revelado una fractura generacional: muchos padres y madres han creído en el mito de los “nativos digitales”, asumiendo que los niños y adolescentes manejarían con naturalidad las herramientas tecnológicas. Se pensó que eran “muy inteligentes” y que “a los dos o tres años ya manejaban YouTube”, pero hoy, una década después, enfrentamos las consecuencias de esa confianza: una generación expuesta a experiencias de pseudoapuestas dentro del mundo gamer. Los chicos vienen apostando de manera velada en entornos digitales diseñados para mantener su atención.

En Argentina, particularmente desde el Mundial de Qatar, se ha desplegado una campaña publicitaria dirigida con precisión a los adolescentes. Se apunta a chicos que saben mucho de fútbol, de estadísticas, que escuchan a los “speakers futboleros” con pasión. Mientras que hace veinte años los adultos veíamos un partido por semana, hoy los jóvenes pueden ver dos o tres por día. Este consumo intensivo, acompañado por el auge de la estadística y las redes sociales deportivas, ha creado un terreno fértil para la publicidad de apuestas. Si analizamos las campañas publicitarias del alcohol, la nicotina y las apuestas, estas últimas las superan ampliamente en alcance y efectividad.

Desde hace años, la psiquiatría advierte sobre este fenómeno. Un artículo de 2016 de la revista Addiction señala que “existe una relación directamente proporcional entre volumen y adicción”: a mayor exposición, mayor riesgo de dependencia, ya sea de nicotina, alcohol o apuestas. En este contexto, se ha conformado una generación que nació con el teléfono celular, donde la supervisión parental resulta cada vez más difícil. Muchos padres y madres se sienten sin herramientas, agotados y superados por una crianza mediada por pantallas.

Un estudio reciente, aplicado a 5.000 chicos en Argentina, reveló dos búsquedas predominantes en redes sociales: “bajar de peso” y “ganar dinero a corto plazo”. Las apuestas online condensan ambos anhelos: éxito rápido y recompensa inmediata. Este es un epifenómeno que reúne múltiples factores —tecnológicos, psicológicos y sociales—. Nunca antes la neurociencia aplicada había trabajado tan directamente para potenciar la permanencia de los usuarios en una aplicación. Hoy, las mentes más brillantes en neurociencias se dedican a crear “ciberanzuelos”, a generar engagement, a garantizar que la persona no se despegue del dispositivo. Con la inteligencia artificial, esa personalización se vuelve extrema: a un chico futbolero le llegan invitaciones inmediatas a apostar online.

Como médico psiquiatra especializado en adicciones, puedo afirmar que esto es un fenómeno nuevo. Hace apenas dos años, ningún adolescente consultaba por apuestas online. Hoy es una problemática creciente. No se trata de los casos clásicos de ludopatía —el hombre que apostaba en caballos, póker o ruleta—, sino de adolescentes de 14 o 15 años que endeudan a sus familias y quedan psicológicamente devastados. Incluso los apostadores adultos sienten compasión: “Esto es 24/7, es la perdición”.

Otro fenómeno preocupante es el deterioro acelerado de los antiguos apostadores que migraron al entorno digital. En este mundo, la tecnología elimina toda fricción: para ir a un casino físico hay límites, horarios, vergüenza o transporte; en cambio, con las apuestas online se puede jugar todo el día, sin pausa. Las plataformas están diseñadas con interfaces perfectas y experiencias de usuario altamente atractivas. Es una industria poderosa y sofisticada.

En efecto, la mayoría de los apostadores adolescentes son varones. Hoy, un casino está literalmente en el celular, disponible en cualquier momento. Al comienzo se pensó que las apuestas ocurrían en las escuelas, pero pronto se comprendió que los chicos apuestan en soledad, encerrados en sus habitaciones, muchas veces en sitios ilegales de fácil acceso. Los intentos de restricción por IP o dispositivos han sido insuficientes.

El mundo gamer, con sus premios y recompensas, funciona como una antesala a la adicción al juego. Los adolescentes “copian lo que ven”: si observan a sus padres apostando o jugando compulsivamente, replican esa conducta. Este escenario demanda vigilancia, acompañamiento y un diálogo sostenido entre adultos y jóvenes sobre los consumos problemáticos en la era digital.

 

Adaptado de la entrevista al Dr. Federico Pavlosky, médico psiquiatra, médico legista y magister en Psiconeurofarmacología. Se dedica a las adicciones y escribió un libro llamado «Las apuestas online, la tormenta perfecta». Expuso en el Conversatorio sobre Ludopatía y Apuestas online organizado por la Comisión Episcopal de Pastoral Social.