Un análisis del Centro Mariano de Investigación Social evidencia que más de 30% de la población vive en pobreza estructural pese a mantener actividad laboral. El problema no es la falta de empleo, sino salarios insuficientes y déficit de competencias.
El debate público argentino sobre la pobreza suele centrarse en cifras trimestrales y fluctuaciones monetarias. Sin embargo, el informe número 24 del CEMAIS (Centro Mariano de Investigación Social) pone el foco en una dimensión más profunda y alarmante: la pobreza estructural, una condición persistente que no responde a coyunturas económicas puntuales sino a problemáticas sistémicas arraigadas en el tejido social y productivo del país.
Trabajadores pobres: el núcleo de la crisis
Edgardo Dainotto, analista del CEMAIS, desmonta uno de los mitos más extendidos sobre la pobreza argentina: «La inmensa mayoría de los argentinos, aún los que están por debajo de la línea de la pobreza y en situación de indigencia, trabajan». Las estadísticas respaldan esta afirmación de manera contundente: el 71% de los ingresos de los hogares más pobres proviene del trabajo formal o informal.
Esta realidad contradice narrativas simplistas que atribuyen la pobreza a la falta de voluntad laboral. El problema es estructuralmente diferente: las familias argentinas trabajan, pero las condiciones políticas, sociales y económicas del país impiden que ese esfuerzo se traduzca en un salario suficiente para superar la línea de pobreza.
«No estamos hablando de esa caída de los ingresos… lo que se llama la pobreza monetaria», explica Dainotto. «De lo que estamos hablando es de la persistencia de condiciones de empobrecimiento generalizado». Se trata de una condición que afecta permanentemente a más del 30% de la población, independientemente de los vaivenes inflacionarios o cambiarios de cada trimestre.
El hogar argentino: un laboratorio de supervivencia
Ante la insuficiencia del ingreso laboral, las familias argentinas han desarrollado un complejo sistema de estrategias de subsistencia que revelan tanto su resiliencia como la profundidad de la crisis estructural.
La jubilación como salvavidas familiar
Un hallazgo particularmente revelador del informe es el rol crucial de los jubilados en la economía doméstica. Varios millones de argentinos logran mantenerse apenas por encima de la línea de indigencia gracias a la convivencia intergeneracional: dos o tres generaciones bajo el mismo techo, donde el «pequeño y magro ingreso» de un jubilado marca la diferencia entre la subsistencia y la indigencia extrema.
Esta realidad tiene múltiples lecturas. Por un lado, evidencia la solidaridad intergeneracional y los lazos familiares fuertes. Por otro, expone la precariedad del sistema: familias enteras dependen de una jubilación insuficiente para complementar salarios que no alcanzan.
El endeudamiento como estrategia forzosa
Las clases medias y medias-bajas han recurrido masivamente a las tarjetas de crédito como mecanismo para atravesar las crisis sucesivas. Sin embargo, esta estrategia tiene un costo devastador. Los intereses que cobran las entidades financieras son «altísimos» y «desmesurados», incluso en contextos de baja inflación.
El resultado: un endeudamiento que prolonga «muchísimo más» el tiempo necesario para que una familia supere la crisis económica. Es una trampa financiera que convierte una dificultad temporal en un lastre de largo plazo.
Subsidios insuficientes y mal gestionados
Los subsidios estatales, aunque presentes, resultan «claramente insuficientes», especialmente en lo que respecta a la gestión para que efectivamente lleguen a quienes los necesitan. El informe señala esta brecha entre la política asistencial y su implementación efectiva como un obstáculo adicional para las familias vulnerables.
La solidaridad social como red de contención
Frente a las insuficiencias del mercado laboral y las limitaciones del Estado, emerge una tercera fuerza: el sostenimiento comunitario y vecinal. Comedores populares, apoyos escolares y otras iniciativas —muchas impulsadas por comunidades religiosas— constituyen un «subsidio que la sociedad, no el Estado» brinda a los sectores más vulnerables.
Esta red de contención comunitaria demuestra la solidaridad activa de la sociedad civil, pero también evidencia la profundidad de necesidades que el sistema productivo y las políticas públicas no logran cubrir.
La trampa de la empleabilidad
Uno de los análisis más agudos del informe del CEMAIS se centra en la brecha crítica entre las competencias laborales disponibles y las demandadas por el mercado. Dainotto identifica este desajuste como un obstáculo estructural de primer orden: «El mayor problema que tiene una persona que está tantos años sin un trabajo formal… es que no tiene las competencias, la empleabilidad».
El concepto de «empleabilidad» refiere al conjunto de habilidades y destrezas que una persona debe reunir para ser competitiva en el mundo del trabajo contemporáneo. Según el análisis del CEMAIS, estas capacidades no se han desarrollado adecuadamente durante los últimos 10 a 15 años en los sectores más vulnerables.
La consecuencia es una «distancia gigantesca» entre lo que necesitan los empleadores —manejo mínimo de inglés, competencias tecnológicas, oficios especializados— y lo que pueden ofrecer los jóvenes de sectores populares. Incluso en un escenario hipotético de explosión en la oferta laboral, esta brecha de competencias impediría que los sectores vulnerables accedan a esos puestos.
Es un círculo vicioso: sin educación y capacitación adecuadas, no hay acceso a empleos de calidad; sin empleos de calidad, no hay ingresos para invertir en educación y capacitación.
Hacia una salida estructural: producción, no asistencia
El enfoque del CEMAIS se diferencia de abordajes puramente asistencialistas. La mirada está puesta en la necesidad de mejorar la productividad del trabajo y generar una «mejor distribución de las riquezas», pero no mediante transferencias desde arriba hacia abajo, sino incorporando genuinamente a las personas al sistema productivo argentino.
Condiciones para las pequeñas y medianas empresas
Las políticas propuestas apuntan a crear condiciones favorables para que las pymes —principal motor de empleo en Argentina— puedan contratar personal. Esto implica condiciones impositivas más favorables que reduzcan la carga fiscal que actualmente desalienta la formalización del empleo.
Crédito accesible y no usurario
El informe señala la necesidad de desarrollar líneas de crédito que no sean «usurarias» para pequeños empresarios y emprendedores. El capital inicial y el acompañamiento del Estado resultan fundamentales, pero este apoyo debe ser consistente, «no solamente cuando gana, sino también cuando pierde».
Infraestructura como condición de posibilidad
Un emprendimiento en cualquier barrio de las ciudades argentinas enfrenta costos desproporcionados: seguridad para proteger inversiones mínimas, traslado de productos, electricidad, agua. Todos estos costos «son notablemente más altos cuando la infraestructura está totalmente detonada».
El desarrollo de infraestructura no es un lujo, sino una condición necesaria para que los emprendimientos de sectores populares puedan competir en condiciones menos desventajosas.
Inflación baja: previsibilidad y confianza
Aunque no constituye una solución por sí misma, la baja inflación aporta dos elementos cruciales para el desarrollo económico: previsibilidad y confianza. Estos factores son esenciales para quienes invierten y generan empleo.
Sin embargo, Dainotto advierte sobre una condición necesaria adicional: «Si no hay intercambios genuinos, no hay incorporación de valor a la cadena de comercialización, no vamos a tener salarios mejores». La calidad del salario depende de la capacidad de agregar valor al proceso productivo, de modo que parte del mayor valor del producto final repercuta en una mejora salarial para el trabajador.
Un problema que persiste en el tiempo
Lo más doloroso del análisis del CEMAIS, según reconoce el propio Dainotto, es la vigencia sostenida de sus conclusiones. «Uno puede decir, subió un dos de esto, bajó un tres de aquello, pero el contexto y la forma de razonar los hechos son las mismas».
Los informes del centro pueden requerir ajustes numéricos a medida que pasa el tiempo, pero la forma de abordar la temática, el recorte analítico y el modo de interpretar los datos sociales mantienen su vigencia. Esto significa que, más allá de variaciones coyunturales, la estructura profunda del problema permanece intacta.
Más allá de los números: hogares y personas
El enfoque del CEMAIS en los hogares —no solo en individuos— permite comprender dimensiones adicionales de la crisis. Analizar cuántos hogares están debajo o arriba de la línea de pobreza marca necesidades específicas relacionadas con vivienda, transporte y servicios básicos.
Detrás de cada estadística hay familias con historias, estrategias de supervivencia, sueños postergados y esfuerzos cotidianos por mantener la dignidad en contextos de extrema dificultad. El mérito del informe del CEMAIS es precisamente ese: no permitir que los números abstraigan la dimensión humana del problema.
El desafío pendiente
La pobreza estructural argentina no se resolverá con medidas de corto plazo ni con asistencialismo permanente. Requiere transformaciones profundas en el sistema productivo, el mercado laboral, el sistema educativo y la infraestructura del país.
El camino propuesto por el CEMAIS es claro pero exigente: promover el empleo digno mediante condiciones favorables para la producción, cerrar la brecha de empleabilidad con educación y capacitación pertinentes, y generar las condiciones de previsibilidad y confianza que permitan a emprendedores y pymes asumir el riesgo de invertir y contratar.
Mientras tanto, millones de argentinos seguirán trabajando sin poder salir de la pobreza, apoyándose en jubilaciones magras, endeudándose con tarjetas de crédito y recurriendo a la solidaridad comunitaria para sobrevivir. La pregunta que deja abierta el informe es urgente: ¿cuánto tiempo más podrá sostenerse esta situación sin generar fracturas sociales irreparables?

