Durante la audiencia general celebrada este miércoles en la Plaza de San Pedro, el papa León XIV recordó que la Resurrección de Cristo es el centro de la fe y el corazón de la esperanza cristiana. Ante miles de fieles y peregrinos, el Santo Padre afirmó que “Jesús ofrece sus heridas como garantía de perdón” y que el amor de Dios “no humilla, sino que eleva y restaura la confianza”.
Al continuar sus reflexiones sobre la Pascua, el Pontífice destacó que la Resurrección no debe entenderse como un acto de venganza o un triunfo de poder, sino como “un testimonio maravilloso de cómo el amor es capaz de resurgir tras una gran derrota para continuar su camino imparable”.
La diferencia entre nuestra lógica y la de Dios
El Papa subrayó que la reacción humana frente a un trauma suele ser la ira y el deseo de represalia, mientras que Jesús resucitado “no se venga ni busca imponer su superioridad”. Por el contrario, explicó, se presenta a sus discípulos “con extrema discreción, solo con el deseo de restablecer la comunión y ayudar a superar el sentimiento de culpa”.
En ese sentido, recordó que el Señor se aparece en el Cenáculo, en medio de quienes estaban paralizados por el miedo, y les entrega un don inesperado: la paz. “La paz esté con ustedes”, dijo Jesús, mostrando sus llagas, no como reproche, sino como signo de un amor más fuerte que cualquier infidelidad.
La Resurrección como esperanza de misericordia
León XIV subrayó que Cristo transforma el dolor y la traición en esperanza, porque “la Resurrección no es la cancelación del pasado, sino su transfiguración en misericordia”. Las heridas del Señor, señaló, son el recordatorio de que “incluso en el momento de nuestro fracaso, Dios no retrocedió ni nos abandonó”.
Al mismo tiempo, el Papa explicó que Jesús confía a sus apóstoles la misión de ser instrumentos de reconciliación, entregándoles el Espíritu Santo. “A partir de ese momento, ya no podrán callar lo que han visto y oído: que Dios perdona, eleva y restaura la confianza”, indicó.
Enviados como testigos de paz
Finalmente, León XIV recordó que la misión de la Iglesia no consiste en administrar poder, sino en comunicar la alegría de saberse amados aun sin merecerlo. “Es la fuerza que dio origen a las comunidades cristianas y las hizo crecer”, afirmó.
El Papa concluyó exhortando a los presentes a asumir también ese envío: “El Señor nos muestra sus llagas y nos dice: ‘La paz sea con ustedes’. Y nos pide que seamos testigos de su paz en el mundo”.

