Cardenal Tagle: «Obispos custodios, no dueños del rebaño que es de Dios”


Roma (Agencia Fides) – «Es Dios quien tiene plena confianza en ustedes, expresada a través de la Iglesia, en particular por medio del Santo Padre, que nombra y designa a los obispos. Pero es el Espíritu Santo quien nos nombra. Nunca lo olvidemos».

Con estas palabras, el Cardenal Luis Antonio Tagle quiso señalar la fuente de la que «la hermosa vocación de obispo» debe nutrirse continuamente a lo largo del camino. Palabras dirigidas a los casi ochenta Sucesores de los Apóstoles que han recibido la ordenación episcopal en el último año, reunidos en Roma para participar en el curso de formación organizado para ellos por el Dicasterio para la Evangelización.

En la sala de encuentros del Pontificio Colegio San Pedro, en el Gianicolo, el jueves 4 de septiembre se celebró la primera jornada del curso de formación, titulado «Abrir un camino a la esperanza. Llamados al episcopado en un contexto jubilar». Estuvo marcada por las intervenciones de quienes ocupan cargos de responsabilidad en el Dicasterio para la Evangelización: el Cardenal Tagle y el Arzobispo Fortunatus Nwachukwu —respectivamente Pro-Prefecto y Secretario de la Sección para la primera evangelización y las nuevas Iglesias particulares— y, en la sesión de la tarde, el Arzobispo Rino Fisichella, Pro-Prefecto de la Sección para las cuestiones fundamentales de la evangelización en el mundo.

Custodios, no dueños

Para recordar a los nuevos Sucesores de los Apóstoles la naturaleza y horizonte de su vocación, el Cardenal Tagle partió de las exhortaciones dirigidas a los “ancianos” por los Apóstoles Pedro y Pablo. La invitación a apacentar «el rebaño de Dios que está entre ustedes, velando por él, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere, no por un mezquino interés, sino con entrega generosa» (1 Pe 5), y a «vigilar» sobre sí mismos «y sobre todo el rebaño, en medio del cual el Espíritu Santo los ha constituido obispos, para apacentar la Iglesia de Dios, que Él adquirió con su propia sangre» (Hch 20,28).

La sucesión apostólica no es una «sucesión de honor». No es «mérito nuestro, no depende de nuestras cualidades». Y para «nosotros, seres humanos limitados y débiles como somos», existe siempre «la tentación de olvidar que es el Espíritu Santo quien nos ha puesto allí».

El Cardenal, que en 2026 celebrará su 25.º aniversario de ordenación episcopal, señaló a partir de las palabras de los Apóstoles Pedro y Pablo algunos rasgos de la vocación y misión de los obispos que actúan según el Espíritu Santo y la «Tradición viva» de la Iglesia.

Si el episcopado es «un don inmerecido» —recordó el Purpurado— «cada día deberíamos recibir ese don con humildad y gratitud».

El segundo rasgo descrito en las exhortaciones apostólicas es que «el ministerio episcopal es un ministerio de administración». La Iglesia es «el rebaño de Dios», «el pueblo de Dios» redimido por «la preciosa sangre de Cristo». Y los obispos son solo «administradores, custodios», llamados a guiar al rebaño «según la voluntad y el deseo del verdadero propietario, que es Dios». Mientras tanto, «siendo personas limitadas, humanas y débiles como somos, siempre existe la tentación de apropiarse de la propiedad» y «de tratar a la Iglesia, e incluso a las personas, sacerdotes o religiosos, como si fueran de mi propiedad».

Los obispos están llamados a «cuidar» los dones que el Espíritu Santo sigue derramando en la comunidad, aunque a veces esos dones no sean reconocidos, acogidos o sean descuidados. «Es triste» —observó el Cardenal Tagle— «cuando un obispo, que tiene la gracia y la bendición de ser administrador del pueblo de Dios, se comporta como un dueño, responsable solo ante sí mismo».

«¿Cómo ejercemos» —preguntó el Cardenal Pro-Prefecto— «nuestra administración de la Iglesia? A partir de nuestra relación con el clero, con los religiosos, con las religiosas. Nos duele —añadió— escuchar comentarios de algunas religiosas que dicen ser tratadas en las diócesis casi como esclavas y no como hijas de la Iglesia. Y a veces su voto religioso de pobreza es utilizado como pretexto para negarles un sustento digno para vivir, para su manutención, para su justicia».

«Vigilar» también sobre sí mismos

Tanto San Pedro como San Pablo, en los pasajes citados por Tagle, recuerdan la misión de «velar» y «vigilar» confiada a los obispos. Una vigilancia sobre la vida de fe, ejercida también «en el ámbito de la enseñanza, del culto y de la oración», que debe aplicarse también a uno mismo, porque, como dice San Pablo en los Hechos, «vendrán lobos feroces que no perdonarán al rebaño». San Pablo —subrayó el Cardenal— da a entender que los lobos podrían estar incluso dentro de la comunidad eclesial, pidiendo a los ancianos de Éfeso que velen también sobre sí mismos. «Los pastores deben orar, purificar sus intenciones», para «poder guiar bien a nuestro pueblo», repitió el Cardenal Tagle, antes de indicar la comunión como otro rasgo esencial de un ministerio episcopal fecundo. Porque el Espíritu Santo «da dones diversos, talentos distintos, culturas diferentes, pero es el mismo Espíritu el que une a todos». Y el obispo está llamado a ser «una persona que se siente cómoda con la diversidad, capaz de llevarla a una unidad animada por el Espíritu».

El servicio del Dicasterio misionero a las Iglesias locales

En su intervención, el Arzobispo Fortunatus Nwachukwu describió la amplia labor realizada por el Dicasterio para la Evangelización al servicio de la primera evangelización y de las nuevas Iglesias particulares, recordando que la reforma sancionada por el Papa Francisco a través de la Constitución Apostólica Predicate Evangelium también quiso rediseñar el trabajo de los Dicasterios vaticanos «en clave de ‘conversión misionera’».

El Arzobispo subrayó que todas las Iglesias particulares, incluso las más jóvenes, están llamadas a «asumir su propia responsabilidad en el ámbito pastoral y de gobierno. Por lo tanto, el papel del Dicasterio es acompañar, sostener y colaborar con ellas, respetando su justa autonomía».

Entrando en detalle, el prelado nigeriano ofreció una panorámica de las estructuras y del modo de actuar de la segunda sección del Dicasterio para la Evangelización al servicio de las Iglesias particulares, aportando información sobre su organización y funcionamiento.

Hizo amplia referencia a las estadísticas oficiales de la Santa Sede, que muestran que en los últimos años el crecimiento numérico de los católicos es más evidente en África, mientras que en Europa se registra una marcada disminución. Al mismo tiempo —añadió— la mayor parte de los hombres y mujeres de nuestro tiempo «no conocen a Cristo», y el primer anuncio es siempre «una urgencia y una necesidad».

Entre los datos proporcionados, mencionó las 1.126 circunscripciones eclesiásticas, concentradas sobre todo en África y Asia, que dependen en todas sus dinámicas —incluidos los procesos de nombramiento de obispos— del Dicasterio misionero. En 2025, de enero a comienzos de julio, en los territorios bajo su jurisdicción fueron nombrados 52 obispos.

La extensa relación también destacó el aporte del Dicasterio misionero a la formación de sacerdotes —a través del apoyo a seminarios y casas de formación locales— y a la formación de catequistas. Se recordó que el Dicasterio también apoya la formación en Roma, en las Universidades Pontificias, de seminaristas, religiosas y sacerdotes provenientes de los territorios de su competencia. Cada año, más de 200 nuevos estudiantes son acogidos en Roma en los diversos colegios vinculados a la red del Dicasterio, de la que forma parte la Pontificia Universidad Urbaniana.

El Arzobispo Nwachukwu mencionó también el Archivo Histórico del Dicasterio misionero, compuesto por unos 11 millones de documentos en 14.000 volúmenes.

La evangelización y el enigma de la Inteligencia Artificial

Por la tarde, los participantes en el curso escucharon la ponencia titulada «Comunicar la Palabra de Dios hoy» pronunciada por el Arzobispo Rino Fisichella, Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización, sección para las cuestiones fundamentales de la evangelización en el mundo.

Dirigiéndose a los Sucesores de los Apóstoles recién nombrados, y recordando la Palabra de Dios como fuente de la obra apostólica, el Arzobispo Fisichella señaló lo significativo que sería «que los obispos retomaran la catequesis en su catedral para el pueblo de Dios», recuperando así el ministerio del obispo como “primer catequista”.

La urgencia de evangelizar y anunciar a Cristo —prosiguió, citando las exhortaciones apostólicas Evangelii nuntiandi de Pablo VI y Evangelii gaudium de Francisco— «está llamada hoy a responder a la extendida demanda de espiritualidad, que tuvo una señal poderosa en la multitud de jóvenes en silencio durante la adoración eucarística vivida en Roma, en la explanada de Tor Vergata, durante la vigilia de la última Jornada Mundial de la Juventud, junto al Papa León XIV».

La obra apostólica hoy —sugirió— debe reafirmar «el primado de la gracia», porque gratia facit fidem, «es la gracia la que hace la fe», retomando una fórmula de Santo Tomás de Aquino.

La evangelización —continuó— debe enfrentarse al escenario de la nueva cultura digital y al reciente desarrollo de la Inteligencia Artificial: «Siempre disponible, amable, te responde enseguida, te pone a disposición millones de datos, y si le preguntas quién es Dios, te responde. Una disponibilidad en todo tiempo y situación, y ya esto genera cultura y expectativa». La máquina que toma la delantera —insistió— moldea los comportamientos.

También «nuestros sacerdotes de 25 años respiran el mismo aire». Y «todo esto no es indoloro», dado que —a juicio de Fisichella— la idea de “regular” mediante leyes y normas la ola invasiva de la inteligencia artificial parece irreal, ya que no conoce límites ni fronteras territoriales, no le interesan los confines, va a todas partes. Es “universal”. Un nuevo “universalismo” que, precisamente con su disponibilidad de ofrecer siempre “respuestas útiles” a toda petición y necesidad, afecta «la relación con la verdad y la libertad». Porque, con su generosidad, puede ofrecer datos infinitos, «pero no le interesa la verdad».